«¡Viven los cielos donde más altos están, mancebo generoso, que sois el mejor poeta del orbe, y que merecéis estar laureado, no por Chipre ni por Gaeta, como dijo un poeta que Dios perdone, sino por las academias de Atenas, si hoy vivieran, y por las que hoy viven de París, Bolonia y Salamanca!»
Miguel de Cervantes, El Quijote, II, 18.
«De lo que se trata es de hacer libros que podrían llegar a ser un fracaso de ventas, pero no un fracaso editorial.»
Andrea Palet, «La edición reticente»
En la antigua Grecia, el laurel aparece estrechamente vinculado a Apolo, el dios que vela por la poesía, la música y el arte en general, así que es lógico que simbolice el triunfo en estos campos ‒antes de que los romanos lo ampliaran al terreno bélico‒, y no es de extrañar que el nombre de algunas colecciones y editoriales se hayan inspirado en esta planta. Es el caso por ejemplo de las Ediciones Lauro (1942-1959) de José Janés, que recurrió a la forma latina para etiquetar también una colección que incluía obras de Chesterton, Hamsun o Charles Morgan, entre otros. También son los casos, en España y en los años cincuenta, de la colección melillense Mirto y Laurel (1953-1958) de Jacinto López Gorgé (1925-2008), que publicó tiradas cortas de libros de Gerardo Diego, Cela, Leopoldo de Luis, Rafael Santos Torroella, etc., y de la colección Laurel (1953-1962) de la barcelonesa Bruguera, donde aparecieron títulos de Espronceda, José Martí, Zorrilla, Baudelaire, Lope de Vega, Schiller, Edgar Allan Poe… Aun así, más conocida es la polémica antología que con ese nombre y el subtítulo «Antología de la poesía moderna en lengua española» prepararon a finales de 1940 Emilio Prados (1899-1962), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Juan Gil Albert (1904-1994) y Octavio Paz (1914-1998) para la editorial Séneca.
No es imposible que alguna de estas iniciativas estuviera en la memoria inconsciente de quienes en 2014 pusieron en pie en Santiago de Chile la Editorial Laurel, cuya cabeza visible es sobre todo Andrea Palet, formada como periodista en la Universidad Autónoma de Barcelona y que hizo sus primeros pinitos como editora de mesa en la capital catalana.
Es interesante y quizás merezca mayor atención el caso de la intrépida (y quizá por ello efímera) Revista de Arrabal (cuatro números entre 1993 y 1994), surgida del entorno de Nou Barris 9 en el seno de unas igualmente fugaces Ediciones Improbables, y de la que Andrea Palet fue directora. Coincidieron alrededor de esta cabecera un grupo de muy jóvenes periodistas (Cristina Fallarás, Toni Bonet, Roberto Palet), algunos de ellos procedentes o vinculados a la heterodoxa Ajoblanco, y en las páginas de la revista quedaron algunos textos narrativos breves de escritores como como Vázquez Montalbán (1939-2003), Juan Miñana (n. 1959), Ignacio Martínez de Pisón (1960) o Ray Loriga (n. 1967). La revista tenía una vocación de abordar las expresiones culturales insertándolas en su contexto social, económico, político, etc. y fomentar el diálogo entre los diversos ámbitos de expresión en lengua española, y de ahí que intentara incluso ampliar su radio de distribución a Latinoamérica. La aventura no pudo sostenerse durante mucho tiempo por los motivos (que no razones) de siempre.
Un poco posteriores son las primeras ediciones de Palet para la editorial Andrés Bello (la de La psicología de la guerra, de Lawrence LeShan, es de 1995 y la de Un siglo de política económica chilena, de Patricio Meller, de 1996), así como traducciones para la misma empresa (la de La ética de Sócrates, del filósofo chileno Alfonso Gómez Lobo, está fechada en 1999, por ejemplo, y la de la novela de John Straley La muerte de la felicidad el año siguiente).
En esos años del cambio de siglo, Andrea Palet empezó a frecuentar como columnista las páginas de la revista Ya de El Mercurio (que compiló luego en el libro Vida de casados, publicado por Andrés Bello 2001), de El Malpensante (donde publicaría un célebre «Breve manual para jóvenes editores»), La Tercera, Paula, Qué Pasa, etc., al tiempo que dedicaba tiempo también a la docencia (en la Universidades Alberto Hurtado, la Universidad de Chile y en el bogotano Instituto Caro y Cuervo), lo que la llevaría finalmente en 2010 a dirigir el máster en edición de la Universidad Diego Portales.
Fue también la directora editorial en Chile de Ediciones B, donde según sus propias palabras disfrutó de bastante libertad para seleccionar títulos destinados al lector chileno, y fue en esa editorial donde publicó el divertimento Qué sé yo, preguntas y respuestas para saber jugar (2008).Sin embargo, al parecer su auténtica vocación era la de editora de textos.

Con todo, el antecedente más inmediato de la exitosa editorial Laurel está en Los Libros que Leo, un proyecto que vio la luz en 2011 al calor de la librería de Providencia Que Leo, a cuyo frente estaba Juan Fau, con la diseñadora Piedad Rivadeneira, en la que como directora editorial Andrea Palet publicó, entre otras cosas, The chilean way. Crónicas 2000-2010, del periodista y traductor Neil Davidson y con una presentación de la escritora y editora Camila Valenzuela León, Chilenos todos, de Jorge Núñez Lazcano y el estreno de Juan Pablo Roncone (Hermano ciervo, 2011), que Laurel reeditaría en 2014 y 2016.
También de 2011 es el libro de divulgación científica Hay onda entre nosotros, del físico Andrés Gomberoff (más adelante se publicó una versión ampliada como Física y berenjenas. La belleza invisible del universo) y del año siguiente El Sur, de Daniel Villalobos y Las pelotas, de Esteban Abarzúa. Pero en 2013 el proyecto se desbarató, en un momento en que la idea de lo que acabaría siendo Laurel ya había empezado a madurar.
La propia Palet ‒que ha reflexionado abundantemente por escrito acerca del oficio de editar y cuyos textos sobre la materia no sería ocioso compilar‒, identificó los rasgos que marcan esa línea genealógica entre los dos proyectos: por un lado, el diseño con una concepción individualizada para cada uno de los libros, lo que lleva a una cierta diversidad gráfica, si bien dentro de unos parámetros que a la larga se hacen identificables (originalmente con el cartelismo); por otra parte, y consecuente con lo anterior, la heterogeneidad en cuanto a géneros se refiere y la ausencia de limitaciones de ningún tipo en este sentido, de modo que una antología de crónicas periodísticas de actualidad pueda codearse en el catálogo con una novela decimonónica, pero con particular querencia por el libro original e inesperado. ¿Dónde queda entonces la tan cacareada y deseada identidad editorial? En el talento, la creatividad y el gusto de Andrea Palet; y de todo eso, después de diez años de la aparición de Laurel, parece seguir andando sobrada.
Fuentes:
Arantxa Abaurrea, «La fe de les revistes que van contra corrent», Capçalera, junio-julio de 1994, pp. 31-41.
Gabriela Alemán, Andrea Palet, editora Laurel, 4 de marzo de 2021. (vídeo).
Cultura Confama, Edición limitada. Capítulo 4: Leerlo todo. Andrea Palet, editora de Laurel, 5 de junio de 2024. (vídeo).
Andrea Palet, «La edición reticente», Talento editorial, abril de 2004.
Lucas Sánchez, «Andrea Palet: “la atomización resta fuerza”» (entrevista), Barbarie. Pensar con otros, 22 de enero.
Pía Supervielle, «Con Andrea Palet, de Laurel», Escaramuza, 25 de agosto de 2002.
s.f., «El boom de las editoriales independientes», La Tercera, 6 de agosto de 2011.
Jacobo Zanella, «Laurel: editar es negociar, nunca imponer», Letras Libres, 8 de julio de 2021.