A Nona, en el seu aniversari.
El jueves 26 de septiembre tuve el inmenso placer de conducir un acto de homenaje al poeta y editor Josep Janés i Olivé (1913-1959) con motivo de haberse cumplido su centenario. Confiaba en poder controlar los nervios, pero no hay mejor manera de desbaratar ese propósito que advertir de pronto que uno se encuentra en una zona con tantos premiados por metro cuadrado.

Momento de la intervención de Jordi Gracia captado por Pilar Mengual. (Clicando en ella se amplía la imagen)
Tenía a mi izquierda a un galardonado con el Premio Nacional de la Crítica (Antoni Marí) compartiendo su análisis de la lengua poética de Josep Janés i Olivé, a una galardonada con el Premio de Investigación Enrique García y Díez de la AEDEAN (Jacqueline Hurtley) dispuesta a disertar sobre la lucha contra la censura apoyándose en imágenes de galeradas tachadas por censura y de ejemplares de la colección Grano de Arena que pasaría entre los asistentes, a un premio Anagrama de Ensayo (Jordi Gracia) que esbozó un retrato de la relación de José Janés con la literatura española de su tiempo, y si miraba a mi derecha veía al último ganador del Premio Nadal (Sergio Vila-Sanjuán) cruzando lo que me parecieron miradas de complicidad con alguien que, al Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural y una Creu de Sant Jordi, añade una Targa d´Argento y es Commandeur de l´Ordre des Arts et des Lettres y Honorary Officer of the Order of the British Empire (Jorge Herralde).
Supuse que esa densidad de premios era ya insuperable, hasta que subió al escenario, para poner el colofón al acto con la lectura de un poema –y leerlo muy bien– una Premio Nacional de Traducción que además ha obtenido en dos ocasiones el Premio Ciudad de Barcelona (Clara Janés). Desde mi situación en el escenario apenas podía distinguir los rostros de los asistentes, pero en cuanto concluyó la lectura tuve ocasión de abrazar a un Chevalier dans l´Ordre des Palmes Academiques y Officier des Arts et des Lettres (Manuel Serrat Crespo), enterarme de que allí estaba un ganador del Premio Internacional de Cuentos Max Aub y de novela Ciudad de Barbastro (Javier Quiñones), conocer a la última ganadora del Premio de Relato Corto Eugenio Carvajal para jóvenes escritores (Elisenda Hernández Janés), estampar un par de besos a quien, entre otros reconocimientos, cuenta con una Flor Natural en los Jocs Florals de la Gent Gran del Vallès Occidental (Pilar Català)…¿Es que estaban todos allí?

Foto de David Trías de un momento en la lectura de Clara Janés.
Antes de abandonar la Sala de Actos (la de la Biblioteca Sagrada Familia de Barcelona), la galardonada con el Premi de Recerca Humanística, el Premi Rafael Cornellà y el Premi Crítica Serra d´Or Montserrat Bacardí me presentó a quien se ganó a pulso un Premio Carles Rahola con un espléndido libro sobre el editor Josep Pedreira (Mireia Sopena) y a un poeta y editor que este mismo año ha sumado a su nutrida colección de galardones el Llibreters de narrativa (Francesc Parcerisas), y a continuación me obsequió con un ejemplar del discurso leído por el archipremiado e insigne traductor Ramon Folch i Camarasa en la ceremonia en que fue investido doctor honoris causa por la Universitat Autònoma de Barcelona. Más reconocimientos.

Ramon Folch i Camarasa entre Miquel Truyols y Montserrat Bacardí durante la presentación de un libro en el Castell de Plegamans.
Esa noche, acelerado como estaba no lograría conciliar el sueño, así que abrí el elegante y sobrio ejemplar que me habían regalado, que se inicia con la presentación del investido a cargo de Montserrat Bacardí, y por ella me enteré de que en una de las novelas de Folch i Camarasa, La visita (por cierto, Premi Sant Jordi 1964), aparece como personaje un trasunto de Josep Janés i Olivé, de nombre Sirvent. En una de esas extrañas asociaciones de ideas a que inducen la falta de sueño añadida al subidón adrenalínico, recordé un pasaje de las llamémoslas memorias de Antonio Rabinad (El hombre indigno) en que se evocan algunos encuentros entre ellos en la sede de José Janés Editor. Escribe acerca de su primera conversación Rabinad (añado: Premio Internacional de Primera Novela):
–¿Folk? –vacilo yo–. ¿Cómo folklore?
–Folch, Folch –repite él–. ¿Ha oído usted hablar de Folch i Torres, ese escritor de novelitas cursis?
Yo sonrío.
–Inevitablemente.
–Era mi padre –añade él, con sonrisa también inevitable.
Folk, digo Folch, espera algún día independizarse, dejar la editorial. Se está construyendo en el campo una casita, nada, un techo, unas paredes, pero a él le gusta.
–Además –me guiña un ojo–, sé dónde está el agua.
El deliberado cinismo de Folch, que es una manera de esconder la ternura que parece ser vitalicia en la familia, de huir de la cursilería paterna y decir las mismas cosas en el fondo, pero de otro modo.
A la mañana siguiente, mal dormido, me levanté a una hora idónea para ir a dar un garbeo –de un humor honesto y vago, que diría Vila-Sanjuán parafraseando a Pla–, por la Fira del Llibre Antic i d´Ocasió, instalada a cuatro o cinco paradas de autobús de donde vivo, y, con tiempo por delante, me dediqué a un escrutinio parsimonioso. Confieso que últimamente me pasa como a las embarazadas: que siempre les parece que cuando ellas lo están abundan más de lo normal las mujeres encintas, sólo que en mi caso lo que veo por todas partes son ejemplares publicados por Janés. Así, vi y toqué ejemplares de la colección Al Monigote de Papel (entre ellos La señora Panduro sirve pan blando), una pila de los Quaderns Literaris a sólo 3 euros cada uno, un ejemplar del primer y único volumen de Presencia de Catalunya (1938), que seleccionó Janés para los Serveis de Cultura al Front durante la guerra… Sin embargo, es fácil suponer que lo que me llevé bajo el brazo fue la primera edición de La visita (publicada como número 370 de la Biblioteca Selecta dirigida por Josep Mª Cruzet), y, como es áun más fácil de suponer, la devoré persiguiendo la sombra del tal Sirvent. Me topé además con la casita en el campo a la que alude Rabinad, que el protagonista de la novela, un atribulado traductor que trabaja episódicamente en una editorial, tiene en gran estima.
Debo reconocer que mi lectura apresurada no hizo justicia al interés que tiene la novela de Folch i Camarasa, pero me pareció que en el tal Sirvent no es inequívocamente reconocible José Janés, a no ser que uno sepa de antemano que la obra de Folch i Camarasa suele tener una fuerte impronta autobiográfica y que, además de traducir al castellano con seudónimo para Janés, desde 1951 trabajó en su editorial con intermitencias (en las que se dedicó a traducir como colaborador externo).
Repasando luego la enorme y exigente obra como traductor de Folch i Camarasa que se detalla en la ya mencionada edición de la UAB, me di de bruces con un título de Paco Candel, quien también coló a Janés como personaje en alguno de sus libros (¡Dios, la que se armó!, Patatas calientes). Y caí en la cuenta de que lo mismo hizo José M. Camps en El corrector de pruebas. Y, como es muy natural, Josep Janés –como también Nona– aparecen asimismo en las memorias de infancia y juventud de Clara Janés que en 1990 publicó la benemérita editorial Debate con el título Jardín y Laberinto. Y en las iconoclastas de Víctor Alba, y en las de Juan Arbó, y en las de Rafael Borràs Betriu, y en las de Carles Pi i Sunyer…. Se me ocurrió entonces que Josep Janés como personaje literario era un tema que podría dar mucho juego –quizás abordándolo un poco a la manera del brillante maestro Sergi Beser en el artículo “La novel·la d´un personatge sense novel·la. El Josep Rodón de Narcís Oller” –, y que bien pudiera desarrollarlo en este blog.

David Trías captó la portada del Stevenson que pasó J. Hurtley.
Cuando me senté frente al ordenador con el propósito de ponerme a ello, descubrí en la bandeja de entrada de mi correo electrónico unos cuantos mensajes (no pocos) elogiando con genuino entusiasmo el encuentro de janesianos y adjuntando incluso algunos de ellos fotografías tomadas durante el transcurso del mismo. Miré la hermosa planta que al concluir el acto de homenaje a Janés me había regalado la superagente literaria Maru de Montserrat. Entrañable. Sólo puedo añadir: De todo corazón, muchas gracias a todos los que participasteis, ¡menudo premio!

Por razones de salud, no pudimos contar con la anunciada presencia de Javier Aparicio Maydeu.
Algunas ideas y sugerencias:
Información curiosa sobre el homenaje a Josep Janés puede consultarse en la etiqueta #JanésEditor, aquí.
Sergi Beser, “La novel·la d´un personatge sense novel·la. El Josep Rodón de Narcís Oller”, Serra d´Or, Any IX, Núm. 3 (marzo de 1967), pp. 53-58.
José M. Camps, El corrector de pruebas, Barcelona, Tartessos, 1946.
Francisco Candel, ¡Dios, la que se armó!, Barcelona, Ediciones Marte, 1964.
Francisco Candel, Patatas calientes, prólogo de Joan J. Gilabert, Barcelona, Ronsel (Colección Pérgamo, serie Crónicas 65), 2003.

Edición con la cubierta de Ballestar.
Ramón Folch i Camarasa, La visita, Selecta, 1965. En Círculo de Lectores existe una edición de 1965 de la traducción al castellano (o reescritura), de Ramón Hernández (seudónimo del propio Folch i Camarasa), con un excelente diseño de cubierta del buen amigo Vicente Ballestar (Puede vérsele dibujando aquí).
Ramon Folch i Camarasa. Doctor Honoris Causa, incluye la presentación de Ramon Folch i Camarasa por Montserrat Bacardí, que actuó como padrina (“Ramon Folch i Camarasa, la dèria de (re)escriure”), el discurso del doctor Folch i Camarasa (“La traducció, el país i les circumstàncies”) y un currículun vitae, Bellaterra, Servei de Publicacions de la UAB, s.f. (2006). Puede verse un vídeo completo de la ceremonia de investidura, celebrado en la sala de actos del Rectorado el 26 de octubre de 2006, aquí.
Clara Janés, Jardín y Laberinto, Madrid, Debate (Literatura 43), 1990.
Antonio Rabinad, El hombre indigno. Una vida de posguerra, Barcelona, Alba Editorial (Colección Literaria), 2000.
Victor Alba, Sísisf i el seu temps I. Costa avall, Barcelona, Laertes, 1990.
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