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Maxwell Perkins, una especie de editor (en peligro de extinción)

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Mencionar siquiera a Maxwell Perkins evoca enseguida una época en que el trabajo de los editores (los editors, no los publishers) era crucial para que un autor alcanzara el éxito, tanto estético como económico, y en la que la labor de los editores, en el sentido de quienes trabajan codo a codo con el autor haciendo que se cuestiones sus decisiones, sugiriéndole cambios en sus textos, comentando las posibles formas de mejora de los mismos para que obtengan los efectos que el autor desea conseguir y alcancen los objetivos que se ha propuesto (ya sean éstos artísticos o económicos), era fundamental.

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Maxwell Perkins.

William Maxwell Evarts Perkins (1884-1947) ha pasado a la historia como un grande entre los grandes, y ha generado una notable bibliografía y filmografía, que incluye desde interesantes epistolarios con los autores con los que trabajó hasta relatos de lo que fue su vida. De hecho, se dice que su nombre es el único de un editor que los estudiantes estadounidenses (y sus profesores) conocen, y ya quisiéramos nosotros disponer de una cantidad similar de estudios y análisis acerca de otros editores importantes como el que ha generado el gran artífice de obras clave en el éxito de la llamada generación perdida.

Tras una primera etapa breve como periodista en el New York Times, la carrera de Perkins despega cuando en febrero de 1910 entra en el departamento de publicidad de Scribner’s Soon, una muy reputada editorial que se vanagloriaba de que en sus catálogos figuraran autores de la talla de Henry James (1843-1916), Edith Warthon (1862-1937) y John Galdsworthy (1867-1933). A partir de ese momento inició una intensa actividad que le llevó en 1914 a convertirse en editor, y en 1920 ya estaba lanzando a la palestra a uno de los autores inmortales de las letras estadounidenses, Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), con A este lado del paraíso, a la que seguiría inmediatamente su colección de relatos Flappers and philosophers. Luego vendrían los descubrimientos del muy popular Ring Lardner (1885-1933) con How to Write Short Stories (With Samples), la conversión de Ernst Hemingway (1899-1961) con Torrentes de primavera, cuya primera edición en España, y quizá la primera europea, fue la que publicó Josep Janés en catalán en sus Quaderns Literaris en 1937 (en traducción de Ros-Artigues), en un autor literario que aprovechó publicitariamente su imagen pública y cuyo polémico éxito estalló en 1926 con Fiesta, etc.

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Perkins y Hemingway en 1935.

Estas relaciones entre autor y editor, en aquellos tiempos, se mantenían a lo largo incluso de décadas, como subrayó el editor Michael Korda (n. 1933) en sus memorias:

Hemingway y Fitzgerald fueron autores de Scribner’s durante décadas, mientras que su editor, el legendario Maxwell Perkins, realizó toda su carrera profesional en Scribner’s, Nadie en la industria editorial en los años cuarenta y cincuenta habría predicho que los autores y los editores pronto estarían cambiando dde editorial tan rápidamente que al Publishers Weekly le costaría trabajo seguirlos, mientras que las empresas cambiaban de manos casi con la misma rapidez.

Eso no quita que tuvieran sus desencuentros, entre los que, en el caso de Hemingway, según se desprende en su epistolario, el hecho de tener que reclamar constantemente transferencias a su cuenta bancaria, pues por entonces no era común se establecieran adelantos por contrato, no era el menor.

El riquísimo epistolario de Perkins, de quien son célebres las extensísimas y prolijas cartas detallando con precisión enmiendas a manuscritos y consideraciones literarias, permiten advertir el esmero, el buen gusto y la imaginación con la que Perkins leía y evaluaba las posibilidades de los textos que caían en sus manos. Sin embargo, según sus propias palabras, la primera frase siempre fue esencial para que decidiera leer o no un texto, y en cualquier caso era siempre la piedra de toque para evaluarla: «Cuando no hay nada prometedor en la primera página, difícilmente que lo haya en lo que venga a continuación. Me encantan las primeras frases. Cuando llegas a la frase final de una buena novela a menudo descubres lo que ya estaba implícito en la primera frase, aunque entonces no pudieras percibirlo».

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Más conocido es el caso en 1929 del manuscrito de Tom Wolfe (n. 1931) de El ángel que nos mira (que en la edición de Bruguera incorpora el prólogo que para ella escribió Maxwell Perkins), que el editor descubrió por casualidad y, no sin mucho tesón, consiguió convertir un original que rondaba las mil páginas en un texto publicable. Fue también Perkins quien durante dos años puso todo su esfuerzo para que la segunda novela de Wolfe, Del tiempo y el río (1935), tuviera una extensión que hiciera posible convertirla en una novela legible. Esa labor titánica, ventilada por Bernard De Voto en un famoso artículo publicado en la Saturday Review of Literature en abril de 1936, donde ponía en duda la capacidad del escritor de crear una novela legible sin la colaboración de Perkins, incitó a Wolfe a publicar en la misma revista su ensayo «The Story of a novel», y en buena medida contribuyó a que, con el propósito de demostrar su valía e independencia creativa, años más tarde Woolfe rompiera tanto con su editorial como con su editor.

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La primera novela de Erskine Caldwell (1903-1987), El camino del tabaco (1932), el descubrimiento de Marjorie Kinnan Rawlings (1896-1953), que en 1939 obtendría el Pulitzer con El despertar (que sería además llevada al cine), la exitosa novela de 1951 De aquí a la eternidad de James Jones (1921-1977) o el descubrimiento de uno de los grandes cultivadores de ciencia ficción como Robert A. Heinlein en 1947 y el del inclasificable Kurt Vonnegut (1922-2007) en 1952 pueden considerarse algunos de los mayores logros atribuibles al buen ojo y al tremendo trabajo de Maxwell Perkins antes de su fallecimiento.

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James Jones.

Pero, de hecho, en 1965 salió el último título contratado personalmente por Perkins para Scribner’s, Miss MacIntosh, My Darling, de Marguerite Young, y la editorial creó en 1981 un Premio Maxwell Perkins a la primera novela, que en su primera edición se llevó Margaret Mitchell Dukore, por A novel called Heritage.

Escribe Korda en lo que bien pudiera ser un buen epitafio para este editor legendario:

Maxwell Perkins fue casi siempre una éminence gris que se cuidaba muy bien de no quitar protagonismo a su jefe y patrón, Charles Scribner, por no mencionar a sus principales autores. Es digno de destacar que cuando Perkins murió, Hemingway no reconoció el inmenso valor de las sugerencias, entusiasmo, lealtad y apoyo que aquél le había ofrecuido, ni hizo el menor intento de sugerir a Scribner que alguien continuara ese trabajo. […] La fama de Perkins fue póstuma (algo muy triste para él). Durante su vida trabajó a la sombra de sus autores y de Charles Scribner.

Pero quizá aun deba añadirse que en 1984 Scribner’s fue comprada por Macmillan, que a su vez fue adquirida por Simon & Schuster, y los bajos del mítico edificio de la Quinta Avenida se convirtieron en una tienda de Benetton.

scribnersFuentes:

Malcolm Cowley, «Unshaken friend: Maxwell Perkins», The New Yorker, 1 de abril 1944, pp. 32-33 y 8 de abril de 1944, pp. 30-31.

Michiko Kakutani, «Tone it down, he urged Hemingway», The New Yor Times, 16 de noviembre de 1996.

Michel Korda, Editar la vida. Mitos y realidades de la industria del libro, traducción de Fernando González Téllez y edición de Jonio González, Barcelona, Debate, 2005.

John McCall, «The Art of fiction, 70 (Interview to Malcolm Cowley)», The Paris Review, núm. 85 (otoño de 1982).

John Seabrook, «The Art of fiction, 71 (Interview to Maxwell Perkins)», The Paris Review, núm. 85 (otoño de 1982).

John Walsh, «The return of a man called Maxwell Perkins», The Independent, 5 de agosto de 2010.

Tom Wolfe, carta de ruptura con Scribner´s, con algunos fragmentos de versiones previas.

Más sobre Maxwell Perkins:

1538723633-400x400Los mejores años de mi vida (Cross Creek, 1983), película dirigida por Martin Ritt sobre su trabajo al lado de Marjorie Kinnan Rawlings.

El editor de libros (Genius, 2016) dirigida por Michael Grandage y basada en la parte de la biografía de Scott Berg referida sobre todo a su relación con Tom Wolfe.

Scott Berg, Max Perkins: Editor de Genius (en el que se basa la película de Michael Grandage de 2016), Nueva York, Riverhead Books, 1978.

Matthew Bruccoli y Robert W. Trogdon, Only Thing that Counts (sobre la relación con Hemingway), 1991.

John Hall Wheelock, ed., Editor to Author. The Letters of Maxwell E. Perkins, Grosset and Dunlapp, 1950.

John Kuehl y Jackson Bryer, eds., Dear Scott, Dear Max: The Fitzgerald-Perkins Correspondence, (epistolario con Francis Scott Fitzgerald), Scribner, 1991.

Maxwell E. Perkins, Matthew Joseph Bruccoli y Judith Baughman, The Sons of Maxwell Perkins: Letters of F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Thomas Wolfe, and Their Editor, Columbia, University of South Carolina Press, 2004.

Louise Perkins King, Ruth King Porter y Bertha Perkins Frothingham, eds., Father to Daughter: The Family Letters of Maxwell Perkins (epistolario familiar), Andrews Mcmeel Publishers, 1995.

Roger L. Tarr, ed., As Ever Yours: The Letters of Max Perkins and Elizabeth Lemmon, Penn State University Press, 2003.

Thomas Wolfe, Maxwell E. Perkins, Matthew Joseph Bruccoli y Park Bucker, To Loot my Life Clean: The Thomas Wolfe—Maxwell Perkins Correspondence. Columbia: University of South Carolina Press, 2000.

 


Tagged: Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, Marjorie Kinnan Rawlings, Maxwell Perkins, Scribner’s, Tom Wolfe

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