A lo largo de toda su ya extensa historia, uno de los premios de narrativa en lengua catalana más importantes, el Premi Crexells, ha ido acompañado de la polémica, y la última hasta la fecha, la desencadenada en 2017 con la concesión a una novela autopublicada (Crui. Els portadors de la torxa, de Joan Buades) y sobre todo con las declaraciones posteriores a la concesión del premio hechas por algunos de los miembros del jurado, generó un cierto revuelo entre editores y escritores que recuerda en algunos puntos la que ya se produjo en 1935 y que sirvió de estímulo a lo que pudiera haber sido un fructífero movimiento asociativo de los escritores catalanes, El Club dels Novel·listes.
Aunque sus primeras manifestaciones se produjeron en 1935, hay que retrotraerse algunos años en la historia del Premi Crexells para aquilatar la magnitud y el sentido de ese movimiento de oposición al galardón. Surgido a finales de los años veinte para honrar la memoria de Joan Crexells i Vallhonrat (1896-1926), uno de los principales socios del Ateneu Barcelonès (la institución que lo creó), nació con una cierta polémica, pues si bien su objetivo era premiar la mejor novela publicada el año anterior, en su primera convocatoria (1928) ya quedó desierto. Pero posteriormente se lo llevarían algunas novelas y libros de narrativa importantes en aquellas fechas (Laura a la ciutat dels sants, de Miquel Llor, en 1930; Vida privada, de Josep Maria de Sagarra, en 1932 o Valentina, de Carles Soldevila, en 1933).
Sin embargo, Josep M. López Picó suscitó un cierto debate, que recogieron sobre todo los autores jóvenes, cuando con motivo de obtener el Premi Folguera de poesía expresó en voz alta sus dudas acerca de si el objetivo de los premios literarios, en aquel punto de la evolución de las letras y el mercado libresco catalán, debía ser destacar un determinado libro o bien la trayectoria de un autor. Durante el mes de marzo de 1935 se publicaron en las páginas de La Veu de Catalunya las respuestas a una interesante encuesta acerca de la significación que los premios debían tener en aquel momento de la historia cultural catalana, y entre ellas son particularmente interesantes las de una nueva generación de jóvenes escritores que estaban empezando a mover los codos para abrirse paso en el campo literario y editorial catalán (Joan Oliver, Ignasi Agustí, Joan Sales, Joan Teixidor, Xavier Benguerel, Josep Janés i Olivé, Salvador Espriu, Martí de Riquer, Francesc Trabal, etc.).
Ya en un artículo asombrosamente poco citado de diciembre de 1931, quien luego sería célebre editor, Josep Janés i Olivé (1913-1959), daba por justo el galardón del Crexells de ese año a Prudenci Bertrana (por una obra menor como L’hereu), considerando que su trayectoria se lo merecía, pero hacía una afilada apreciación acerca de la composición de los jurados:
Tenemos el convencimiento absoluto de que el jurado del Premi Crexells, nuestra máxima distinción literaria, tendría que estar formado por gente de la máxima competencia. A ser posible, si los hubiera lo suficientemente inteligentes, por críticos.
Nos resentimos, aún, de una cierta mezquindad de espíritu que hace que cerremos los ojos a todo aquello que abre nuevos horizontes. Es preciso abandonar los prejuicios anacrónicos y tener en cuenta, más que las dotes literarias, la solvencia crítica de las personas elegidas. Y no creo que constituyan ninguna garantía de la mencionada solvencia unos señores que hoy dan dos votos a Carles Capdevila com L’amor retobat y en cambio eliminan el Víctor de [Agustí] Esclassans, y otros que dan dos votos, también, a Joan Mínguez, y eliminan L’últim combat de Sebastià Joan Arbó.
Los años y los fallos sucesivos no hicieron otra cosa que alimentar esa polémica, y en la mencionada encuesta el por entonces ya editor de los excelentes Quaderns Literaris, y ganador en 1934 de la Flor Natural en los Jocs Florals de Barcelona (con Tu), se mostraba de nuevo explícito acerca de los problemas que, a su modo de ver (coincidente con el de muchos de los escritores de su generación), aquejaba los premios literarios en catalán, y en particular al Crexells:

De izquierda a derecha, Ignasi Agustí, Joan Teixidor, Félix Ros, Pedro Salinas, Tomàs Garcés y Guillermo Díaz-Plaja.
Creo que dado el carácter de consagración que hasta el momento presente se ha venido concediendo a los premios literarios, es absolutamente necesaria la creación de unos premios literarios para los jóvenes. […] Ya tenemos una experiencia lo suficientemente larga –con el Premi Crexells, particularmente– para que nos hayamos dado cuenta de cuán contraproducente es adjudicar un premio al nombre y la obra total de un autor, tomando la obra concursante como un simple pretexto pero glorificando esa obra concreta. Esto nos ha llevado a la paradoja de encontrarnos presenciando que, salvo una o dos, las obras premiadas sean las más mediocres o incluso la peor de cada autor. Y que una antología de Premis Crexells signifique una antología de nuestra novela inferior.
[…] Otra de las cosas que habría que corregir es la formación de los jurados. Hay que buscar los nombres entre gente solvente y desapasionada. ¡Es tan fácil que un padrino literario, o un amigo, o un enemigo, cambien el rumbo lógico y justo de una votación, por apasionamiento o mezquindad! Tenemos muchos ejemplos de ello, algunos de ellos muy recientes.
Y, para acabar, creo que debería crearse, también, un premio para el mejor primer libro, publicado por autores menores de veinticinco años. Y tal vez fuera conveniente que el Premio consistiera en una espléndida bolsa de viaje. Lo que nos perjudica más, a los escritores catalanes, es que las circunstancias económicas no nos permitan viajar. La literatura aquí no da para nada (y mucho es que no cueste dinero). De un espléndido viaje de juventud un escritor de raza sacaría un provecho enorme, un provecho que revertiría en nuestra literatura y en Cataluña esencialmente.
Es evidente que Janés llevaba ya algunos años pensando críticamente en las necesidades del sistema literario catalán, y en particular en el funcionamiento de premios literarios importantes, y las propuestas que hace, evidentemente pensando en los escritores de su generación y en sus dificultades para establecerse, son todas ellas muy sensatas y en buena medida extraídas de su experiencia como observador atento de, en particular, el Premi Crexells.
Cuando en 1934 este galardón pasa a adscribirse a los premios instituidos por la Generalitat, por primera vez se otorga a una voz no excesivamente conocida y reputada, y también por primera vez a una voz femenina, la de Teresa Vernet (1907-1974) por Les algues roges, que había publicado en Proa. Quizá sea el primer caso en el que este premio cumplía una de las funciones que muchos jóvenes pensaban que debía tener: consolidar una carrera en progresión, cuando no anunciar una obra en auge.
En su artículo para Mirador con motivo de esa convocatoria del premio, Rafael Tasis apunta a que hubo otros dos autores a los que se apuntaban como favoritos y que casi contaban ya con llevarse el premio, curiosamente ambos muy estrechamente vinculados a la editorial Proa, pues casi con toda seguridad se trataba de Joan Puig i Ferreter y, una vez más, Sebastià Juan-Arbó, a quien el Crexells se le resistía.
La importancia de esa edición del Crexells y lo que distinguió esta polémica de las que siempre solía generar el fallo de este premio es sobre todo, como apuntó Josep M. Balaguer, que fue uno de los estímulos iniciales para que los jóvenes escritores empezaran a articular poco menos que un «frente generacional» que aglutinaba a los grupos que habían ido asomando la cabeza en el panorama cultural catalán, que ya se habían ido interrelacionando entre sí y que formaban principalmente los universitarios, los tertulianos del Euzkadi y la Colla de Sabadell, y todo ello cuajaría poco más de un año después en la creación del Club dels Novel·listes.

Joan Sales (1912-1983), quien más tarde, con Xavier Benguerel y Joan Oliver, retomaria el nombre El Club dels Novel·listes para bautizar una célebre colección.
En el número del 14 de noviembre de 1935 de La Publicitat aparecían en la misma página un artículo de Carles Capdevila titulado «Els jurats dels premis literaris» y una nota que anunciaba «Un club de novelistes?», en la que se señalaban como impulsores de la iniciativa algunos autores publicados por la editorial Proa y se enumeraban entre sus propósitos la creación de un premio literario honorífico para la mejor novela del año, cuyo jurado estaría compuesto exclusivamente por novelistas, especificando además que no era una competencia al Crexells, sino un estímulo para lectores y escritores. Aun así, de la lectura de este texto muy bien podría deducirse que la intención de este grupo de escritores era precisamente crear un contrapeso al Crexell, un galardón que permitiera dar a conocer a los jóvenes escritores, además de permitir situar la iniciativa en los aledaños de la editorial Proa.
En los meses siguientes, van apareciendo en la prensa nuevas precisiones: la sede se sitúa en el número 34 de la calle Pelayo, será un espacio destinado a debates y lecturas e incluso se describe quién podrá asociarse (quien haya escrito o traducido por lo menos una novela al catalán) y se especifica la cuantía de la cuota de «amigo» (36 pesetas anuales). El 8 de enero La Publicitat, además de anunciar la inauguración formal mediante una cena en el restaurante Catalunya, publica ya una extensa lista de adhesiones, con algunos nombres un poco sorprendentes al lado de los más esperables, como Teixidor (que ciertamente era autor del relato «Coses de tres soldats», publicado en La Revista) u otros a quienes, además de interesar la materia, figuraban posiblemente más como traductores, como Martí de Riquer, J.V. Foix, el editor Antoni López Llausàs o Joan Oliver. Tampoco pasa desapercibido el hecho de que, al lado de nombres como los de Mercè Rodoreda, Xavier Benguerel, Ignasi Agustí, Josep Sol, Juan Arbó o Josep Janés i Olivé figure el de Prudenci Bertrana, lo que puede dar idea de la amplitud del abanico de autores que se reunían alrededor de esa mesa, si bien la iniciativa, como es muy lógico, la tomaran las generaciones jóvenes y muy particularmente el escritor vallesano Francesc Trabal.
No se trataba en principio, pues, como pudieran temer ciertos sectores, de dar una réplica al Crexells, a quienes han sido miembros de sus jurados o a quienes se han llevado el galardón, sino que nace con unas intenciones más o menos similares a las que tenían los Amics de la Poesia. Sin embargo, a nadie escapaba tampoco que la creación de un premio que distinguiera a los jóvenes, con lo que ello podía tener de promoción de los nuevos escritores y de difusión de sus obras, no era el menor de los objetivos que movían al Club. En este sentido, resulta sumamente indicativa esta reunión de escritores tan diferentes en muchos aspectos, si se pone en contraste con la situación política de los primeros meses de 1936, con una cesura muy profunda entre la derecha y la izquierda que sólo provisionalmente se resolvería con las elecciones del 16 y 23 de febrero, las últimas de la Segunda República. Lógicamente, la guerra civil española acabó con el Club dels Novel·listes (y con el Premi Crexells).
Fuentes:
Ignasi Agustí, «Les Arts i les Lletres. Els camins de la victòria», L´Instant, 4 de febrero de 1935.
Anónimo, «Un club de novelistes?», La Publicitat, 14 de noviembre de 1935.
Anónimo [¿Ignasi Agustí?], «S´ha fundat el Club dels Novel·listes», L´Instant, 9 de enero de 1936.
Josep M. Balaguer, «El Club dels Novel·listes i els fils de la història», Els Marges, núm. 57 (1996), pp. 15-35.
Margarida Casacuberta, «Gènesi i primera adjudicació del Premi Crexells. Notes sobre cultura i novel·la en el tombant dels anys vint als trenta», Els Marges, núm. 52 (1995), pp. 19-42.
Josep Janés, «La nostra enquesta sobre la significació literaria dels premis literaris», La Veu de Catalunya, 13 de marzo de 1933.
Josep Janés i Olivé, «Del Premi Crexells, 1931», Flama, núm. 7 (25 de diciembre de 1931), p. 7.
Rafael Tasis, «Premi Crexells 1934. Maria Teresa Vernet», Mirador, 4 de abril de 1935.
Tagged: Club dels Novel·listes, Joan Oliver, Joan Sales, Josep Janés i Olivé, Proa, Rafael Tasis, Xavier Benguerel
