Cuentan los expertos que uno de los escritores inéditos más famosos de Chile en los años sesenta era Juan Florit, nacido en Mallorca en 1900 y fallecido en Santiago de Chile en 1981, si bien parece que le disputan semejante título sobre todo Eduardo Molina Ventura (1913-1986) y Antonio Avaria (1934-2006).
A su Mallorca natal alude profusamente Florit en un libro de 1968 publicado en Buenos Aires por Astra, Isla de nostalgias, que tiene una historia editorial curiosa porque primero se quemó la imprenta en la que debía hacerse y luego se vio inmerso en un caso de fraude y la aduana chilena lo incautó. Por otra parte, Matías Barchino recogió en su antología sobre el tema un tronante poema de Florit dedicado al Madrid de la guerra civil, lo cual pone de manifiesto la permanencia del vínculo sentimental con su país de origen.
Sin embargo, que aún hoy Juan Florit sea bastante desconocido en la Península no se explica solo por su emigración con su familia cuando contaba sólo nueve años, pues tampoco ha ocupado un lugar protagónico en las historias y balances de la literatura chilena. Parece más bien que el motivo hay que buscarlo en el hecho de que la mayor parte de su obra quedó dispersa en revistas (Peneca y Zig-Zag, por ejemplo), así como en algunas antologías, y en que su bibliografía fue tardía y escasa. Se le recuerda en cambio como impulsor de algunas revistas importantes, en particular de Ariel (dos números en 1925), con Fenelón Arce (1900-1940), Homero Arce (1901-1977), Gerardo Moraga Bustamante (1897-¿?), Rosamel del Valle (1905-1965) y Efraín Estrada Gómez, y en la que Pablo Neruda, en el contexto de reivindicación huidobriana que llevó a cabo la revista, publicó su «Defensa de Vicente Huidobro».
Textos de Juan Florit se pudieron leer también en las revistas Andarivel y La Quincena Literaria y Artística, así como en antologías como el Índice de la nueva poesía americana, preparado por Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges y publicado por la bonaerense Sociedad de Publicaciones El Inca en 1926, y Poetas jóvenes de América, del poeta peruano Alberto Guillén Paredes (1897-1935), que apareció en la madrileña Aguilar en 1930, haciendo bueno el dicho de que «nadie es profeta en su tierra». A la altura de 1944 entraba Florit en el periódico Mercurio como corrector de pruebas, donde seguiría hasta 1960, y habiendo publicado mientras su primer casi librito en 1958 (Poesía y tiempo, cuaderno 21 de Hacia), al que seguirían en 1968 el mencionado Isla de nostalgia (en la bonaerense Astral) y en 1970 Zarabanda en Pomaire (en Tebaida, con portada de Lautaro Alvial), entre algunos otros.
Con todo —a efectos editoriales—, destaca en la obra de Juan Florit Madel y los peces, pues se trata de un brevísimo poemario publicado en 1974 que se acompaña de un linograbado del versátil ilustrador Pedro Olmos (1911-1991) y lleva pie editorial de unas enigmáticas Ediciones Mallorca, que no parece que publicaran nada más y eso induce a pensar, salvo error, que se trataba en realidad de una autopublicación.
Pasado el tiempo, la primera gran reivindicación de la figura y la obra de Juan Florit se produce en 2006 y se materializa en la publicación, en la Editorial Cuarto Propio, de Juan Florit, Caudillo de los veleros. Vida, poesía y prosa, edición a cargo de su sobrino nieto Andrés Florit Cento, cuyas coincidencias con su antepasado no pasan desapercibidas.
Andrés Florit, editor y corrector editorial para diversos sellos, había publicado en 2004 una plaquette titulada El infierno blanco (en Rocanrol Ediciones) y ese mismo 2006 escribió un extenso prologó para el poemario de Guillermo Carrasco Notario Fausto en el Purgatorio, publicado en Santiago de Chile por Cervantes & Cía Editores. Al año siguiente se recogieron algunos poemas suyos en la antología del colectivo Santa Rosa 57 (Ernesto González Barnert, Juan Pablo Pereira, Ángel Valdebenito Verdugo, Marcelo Guajardo Thomas, Leonardo Videla, etc.) que publicó Alquimia en 2007. Dos años después se autopublicaba una edición de 250 ejemplares de Poco me importa (Poemas 2000-2008), al que seguirían en 2011 la plaquette La caja oblicua (también en Alquimia) y Materiales de libre competencia y regulación (en Das Kapital).
En los años siguientes, las ediciones de la Universidad Diego Portales le publicaron las compilaciones que editó de dos escritores canónicos de la literatura chilena, Enrique Lihn (La aparición de la Virgen u otros poemas políticos en 2012) y Manuel Rojas (La prosa nunca está terminada, en 2013), pero en esos momentos se produjo el giro que desembocó en el nacimiento de la editorial Overol.
Por esas fechas se produce su encuentro con la diseñadora editorial Daniela Escobar, con la que forma un equipo al que se añade Mario Verdugo y en mayo de 2015 ya aparece el primer título de Overol, Playlist, del mencionado González Barnert. Inicialmente el propósito era publicar unos tres títulos anuales de libros muy trabajados tanto en el proceso de edición como en el de diseño, pero enseguida comprobaron que podían superar con creces esa cadencia de novedades sin rebajar los estándares de calidad y creatividad.
También desde muy pronto, la editorial se singularizó por sus diseños y por el modo de incardinar textos en el diseño de los libros, cosa que llamó poderosamente la atención en un contexto de ebullición de pequeñas editoriales autogestionadas.
En el fallo del jurado que en 2016 galardonó Los celacantos y otros hechos extraordinarios, de Marcelo Guajardo Thomas, con el Premio a la Mejor Obra Literaria del Consejo de la Cultura en la categoría de poesía publicada, se indica específicamente la calidad del diseño.
Sin embargo, el libro que dio a Overol el espaldarazo definitivo llegó en septiembre de 2016 de la mano de Enrique Lihn (1929-1988), Las cartas de Eros, reeditado en mayo de 2018. Se trata de un conjunto de seis textos fechados a principios de los años ochenta dirigidos a mujeres inexistentes, al que en junio de 2017 se añadió otra rareza de Lihn: Poetas voladores de luces, un poema visual del que hasta entonces sólo se conocía una brevísima edición italiana (151 ejemplares) publicada por Le Parole Gelate (fundada en 1979 por Luciano Martinis y dedicada a la publicación de inéditos poco comunes), y que en Overol se acompaña de una amplia selección de textos dispersos y nunca recogidos en volumen.
A partir de ese momento, y si bien siempre ha destacado como una editorial dedicada en particular a la poesía, Overol ha ido creando colecciones y abriendo el abanico de sus propuestas a las traducciones, a los textos en prosa (si bien en muchos casos vinculados de algún modo u otro al lenguaje poético), a los libros declarada y abiertamente ilustrados, a las traducciones, a la transcripción de conversaciones, al ensayo e incluso a los géneros narrativos y a los dramáticos (en este último caso, con obras de Josefina González, Raúl Ruiz, las cuatro obras teatrales inéditas de Lihn reunidas en Diálogos de desaparecidos, etc.).
Fuentes:
Web de Ediciones Overol.
Matías Barchino, Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, Madrid, Calambur, 2014.
Pablo Espinosa, «Daniela Escobar y Andrés Florit, editores de Overol: “No creemos en el cliché del autor solitario”», Fundación La Fuente, 27 de marzo de 2018.
Julio Flores, «Nostalgia marinera en los sonetines de Julio Florit», La Unión (Valparaíso), 16 de julio de 1972, p. 7 (suplemento).
Nicolás Fuentes Cruces, «Andrés Florit, el egresado cuyo proyecto editorial busca “darle dignidad a los libros de poesía”», web de la Universidad de Chile, 6 de octubre de 2022.
Patricio Lizama, «La revista Ariel: manifiestos y voces de la vanguardia», Revista Chilena de Literatura, núm. 72 (2008), pp. 235-254.
«Perfil editorial: Overol», en Jámpster.
Rodolfo Reyes Macaya, «Conversaciones con Daniela Escobar. “No hablar por el otro, sino con, o través de, escuchar más”», Hyperborea. Revista de ensayo y creación, núm. 2 (2019), pp. 221-227.
Daniel Rozas, «El amor por la literatura y el trabajo bien hecho son las bases del éxito editorial del sello dirigido por Florit y Daniela Escobar»
Luis Sánchez Latorre, «El poeta chileno-mallorquín», Las últimas noticias, 17 de junio de 2006, p. 35.
Macarena Urzúa Opazo, «La memoria alegórica: Lo visual y lo mágico en Rosamel del Valle», Mapocho, núm 77 (primer semestre 2015), pp. 49-62.