El 9 de abril de 1932 se estrenó una de las películas más influyentes del género negro, Scarface, dirigida por Howard Hawks (1896-1977) e interpretada por Paul Muni (1895-1967), Ann Dvorak (1911-1979), George Raft (1901-1980) y Boris Karloff (1887-1969), entre otros. El género se encontraba en uno de sus momentos de apogeo, propiciado por la vigencia en Estados Unidos de la Ley Seca y la vigencia del código Hays (tremendamente preocupado por la glorificación en la cultura popular del modo de vida gangsteril como camino a la riqueza y la fama), y al multimillonario productor, Howard Hugues (1905-1976) le pareció que aún se le podía dar una vuelta de tuerca inspirándose en la biografía del célebre gángster Al Capone (Alphonse Gabriel Capone, 1899-1947).
Para ello encargó a Ben Hecht (1894-1964) ‒ganador de un Oscar por Underworld en 1927 y con quien acababa de trabajar en Front Page‒, que escribiera un guion a partir de una novela que acababa de publicar en Nueva York el editor de la Quinta Avenida Edward J. Clode (que había despegado durante la primera década del siglo gracias a textos sobre higiene sexual y literatura popular de diverso pelaje), Scarface, que firmaba Armitage Trail y por cuyos derechos de adaptación Hugues pagó veinticinco mil dólares.
Hecht se encerró durante once días de enero de 1931, con un sueldo de mil dólares diarios que le entregaban en efectivo a última hora de la jornada, y posteriormente el texto aún pasaría por las manos de Fred Pasley (1885-1951) ‒que en 1930 acababa de publicar en Star Books Al Capone. Biography of a self made man‒ y William Raley Burnett (1899-1982) ‒autor de la novela Litlle Caesar, de la que acababa de estrenarse una adaptación cinematográfica dirigida por Mervyn LeRoy (1900-1987)‒, antes de que Setton I. Miller (1902-1974) ‒que acababa de trabajar con Hawks en The dawn Patrol (1930)‒ y John Lee Mahin (1902-1984) ‒que había colaborado con Hecht en The Unholy Garden (1931)‒ intervinieran en la escritura final de los diálogos.
Sigue sin estar del todo clara la trayectoria literaria hasta entonces de Armitage Trail, nom de guerre de Maurice R. Coons (1902-1930), pues se supone que firmó con otros seudónimos y publicó textos en revistas y acaso en ediciones pulp de aquellos años, pero como Armitage Trail había firmado The Thirteenth Guest, publicada en Racine (Wisconsin) por Whitman Publishing ‒una subsidiaria de Western Printing and Lithographing Company (más conocida como Western Publishing o, simplemente, la Western)‒, que se había hecho un nombre publicando libros infantiles y juveniles, pero que tenía su negocio en la publicación de estampas, postales y catálogos para aficionados a la filatelia y la numismática. Aun así, también en 1932, y a rebufo de Scarface, se estrenó una adaptación de esta novela llevada a cabo por Frances Hyland y Arthur Hoerl (1891-1968), dirigida por Albert Ray (1897-1944) y protagonizada por Ginger Rogers (1911-1995) y Lyle Talbot (1902-1996); en 1943 se estrenaría aún un remake dirigido por William Beaudine (1892-1970) con Helen Parrish (1923-1959) en el papel principal y en cuyo guion volvió a intervenir Hoerl.
La primera traducción al español de Scarface sirvió para estrenar una popular y longeva colección de libros de bolsillo de la editorial Acme de Modesto Ederra (1903-2004) que se comercializaba en los quioscos argentinos, Rastros (1944-1977), y la traducción firmaba Eudardo Byrne-Butler, que por aquellos mismos años había traducido para Acme algunas obras de Sommerset Maugham. La fecha de publicación basta para descartar cualquier arrastre comercial de la versión cinematográfica, si bien mantuvo un título que remitía al de la película en su estreno argentino (Scarface: Cara cortada), y ni siquiera se había reeditado en su lengua original.
Sin embargo, a finales de los años ochenta el editor catalán Xavier Coma (1939-2017), que se había hecho cargo de la continuidad de la emblemática y excelente colección de Edicions 62 Seleccions de La Cua de Palla, se interesó por incorporar la novela de Armitage Trail a su catálogo, al que estaba dando un giro más estrictamente centrado en la novela negra propiamente dicha. No tendría ello mayor interés si no fuera por las dificultades que el editor confesó al periodista Lluís Bonada no solo para localizar a los derechohabientes a través de las principales agencias y subagencias barcelonesas, sino incluso para acceder a un ejemplar en inglés; y a la insólita solución que encontró al problema. Dado que era ampliamente conocido que las ediciones de Rastros a menudo eran versiones abreviadas (ya fuera por autocensura o por cuestiones económicas), contar con una versión original era a todo punto fundamental.
No obstante, la primera novela de Trail la había reeditado en 1959 la Dell Publishing de George T. Delacorte Jr. (1894-1991), que por entonces había empezado ya a dejar su etapa de revistas y publicaciones pulp, si bien seguía publicando cómics y había creado Dell Books en asociación con la mencionada Western para publicar libros de bolsillo. Pero ni siquiera el remake dirigido en 1983 por Brian de Palma a partir de un guion de Oliver Stone y protagonizado por Al Pacino y Michelle Pfeiffer ‒si bien es cierto que fue recibido con mucha tibieza y que se apartaba mucho de la novela‒ sirvió para que ningún editor pensara seriamente en recuperar el texto que había en su recámara.
Muy poco después de publicarse en el Avui las declaraciones de Coma, el mismo periódico informaba de que la Universidad de Barcelona poseía un ejemplar de la novela, y el caso es que en abril de 1993 se publicó, en traducción de Carles Reig, como número 134 de las Seleccions de la Cua de Palla. No es grano de anís la existencia de esta traducción al catalán de una obra por entonces prácticamente inaccesible en español si se tiene en cuenta que una de los objetivos de la colección, ya en los tiempos de su director original (Manuel de Pedrolo, 1918-1990), era ampliar la masa de lectores en catalán y habituar a la lectura en esta lengua a los que eran capaces de hacerlo pero a menudo sólo encontraban los libros que les interesaban o gustaban en traducciones al español. Y no es el único caso en que la traducción al catalán fue anterior a la española.
Por otra parte, el caso de Coma poniendo todo su empeño en publicar legalmente Scarface quizá sea también ilustrativo de las dificultades a las que se enfrentaban los editores en los años previos a la generalización de internet (recuérdese que el primer navegador gráfico, Mosaic, es de 1993 y que el primer servicio de correo electrónico online no llegaría hasta tres años después).
Fuentes:
Lluís Bonada, «”La Cua de Palla” vol publicar Scarface però no troba el text», Avui, 11 de abril de 1989.
Lluís Bonada, «La Universitat de Barcelona ens ha trobat Scarface», Avui, 12 de abril de 1989.
TOSI, Carolina Tosi, «Semblanza de Modesto Ederra (Bahía Blanca, 1903 – Buenos Aires, 2004)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2023.