Quantcast
Channel: negritasycursivas
Viewing all articles
Browse latest Browse all 577

Elsa Cecilia Frost, una mujer del Fondo

$
0
0

En el número 33 de la Revista Orfeó Català de México, correspondiente al verano de 1996, se incluía un «Homenatge. Els Xirau, pare i fill» dedicado a los filósofos catalano-mexicanos Joaquim Xirau Palau (1895-1946) y Ramon Xirau Subías (1924-2017) en el que figuraba un interesante y sentido texto de la editora y traductora Elsa Cecilia Frost del Valle (1928-2005).

José G. Moreno, Alí Chumacero y Elsa Cecilia Frost.

La relación de Elsa Cecilia Frost con lo más granado de los filósofos del exilio republicano español ‒que en aquel entonces era tanto como decir lo más granado de los filósofos españoles‒ venía de lejos y se puso de manifiesto, por ejemplo, en la espléndida síntesis sobre su labor como traductores y difusores que presentó en 1989 en el III Coloquio de Historia de la Filosofía del Siglo XX y publicó en 1991. Tras su paso por el Colegio Alemán, había tenido como profesores a algunos de ellos durante sus estudios universitarios, y José Gaos (1900-1969) incluso dirigió su tesis sobre Las categorías de la cultura mexicana (que en 1972 publicaría con prólogo de Gaos); en indudable relación con ello, en 2003 dedicó su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua al término neplanta, que ha dado nombre a una magnífica pléyade de intelectuales hispanomexicanos en la que se incluye a Ramon Xirau, Carlos Blanco Aguinaga, Aurora Correa, Gerardo Deniz, Manuel Duran i Gili, María Luisa Elío, Tere Medina-Navascués, Angelina Muñiz-Huberman Nuria Parés, Enrique de Rivas, Roberto Ruiz, Tomás Segovia, Jomi García Ascot, Maruxa Vilalta…

En 1955 publicaba ya Frost en el Fondo de Cultura Económica la traducción Kant y el problema de la metafísica, de Gred Ibscher (1906-1996), y su labor en este campo no tardó en hacerla acreedora de un sólido prestigio. Al año siguiente se ocupaba para la misma editorial de la edición de la clásica traducción de Wenceslao Roces (1897-1992) de las Lecciones sobre historia de la filosofía de Hegel, con la que se abría la sección de obras de filosofía en la colección de Textos Clásicos que por entonces dirigía Gaos.

A partir de mediados de la década de 1950, pues, Elsa Cecilia Frost se convirtió en el ámbito hispánico en una traductora de referencia en lo que a textos filosóficos se refiere, y a finales de esa misma década ya era subgerente de producción del Fondo ‒donde el gerente era el exiliado Joaquín Díaz Canedo (1917-1999), que antes de la guerra había sido también discípulo de Gaos‒, y donde conoció al poeta catalán y por entonces corrector editorial Martí Soler i Vinyes (1934-2018), con quien se casaría en 1963. En los años siguientes se publicaron sus traducciones de Cómo leer la Biblia, de Roger Poelman (Ediciones Benedictinas, 1956), La estructura de la civilización, de Paul Schrecker (FCE, 1959) o El pensamiento de los profetas, de Israel I Mattuck (FCE, 1962), además de revisar traducciones ajenas (como tal figura, por ejemplo, en los créditos de El dios de la metafísica moderna, de Walter Schulz traducido por el filósofo e historiador trujillano Filadelfo Linares, y en los de El pensamiento de Sócrates de A. E. Taylor, traducido por Mateo Hernández Barroso, publicados ambos en el FCE en 1961) y se ocupó además en la misma editorial de la edición literaria de algunas obras más o menos famosas, como es el caso de Origen y epílogo de la filosofía, de José Ortega y Gasset (1960) y sobre todo de las Confesiones profesionales de José Gaos que publicó Tezontle en 1958. A esas alturas, Elsa Cecilia Frost empezaba a convertirse ya en una «mujer del Fondo», una de esas profesionales que contribuyeron a forjar y mantener el prestigio de esa editorial y le dieron el particular sello de calidad en el ámbito de las ciencias humanas de que gozaba.

En 1964 firma con Robert S. Hartman la traducción de La filosofía del presente, de Ernst von Aster, que publica el Centro de Estudios Filosóficos de la UNAM. De ese mismo año es la publicación, siempre ya en el Fondo, de la extensa Fenomenología de la religión, de Gerard Van der Leeuw, y del Cristianismo primitivo y paideia griega, de Werner Jaeger, de quien en 1942 Joaquim Xirau había cotraducido, con Wenceslao Roces ‒y con ilustraciones de la también exiliada republicana Elvira Gascón (1911-2000)‒, Paidiea: Los ideales de la cultura griega. Y del año siguiente es el librito de Eugen Fink Oasis de la felicidad: Pensamientos para una ontología del juego (en este caso, para el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM), así como la traducción y adaptación al ámbito hispánico del imponente Diccionario de las religiones (1966) de E. Roston Pike.

En la década de 1970, su producción intelectual parece demostrar que se encuentra en un momento de plenitud: revisa la hoy ya clásica traducción de Gred Ibscher Roth (1906-1996) de Kant y el problema de la metafísica de Martin Heidegger, que publica el FCE en 1973; al año siguiente se publica en la editorial Siglo XXI (creada por Orfila Reynal a su salida del FCE) su traducción del muy reimpreso El pacifismo revolucionario, de Noam Chomsky; en la corajuda empresa de Orfila Reynal había publicado ya en 1971 la traducción la de Los judíos en México y América Central, de Seymour B. Liedman, y en 1973 la de Cambio y continuidad entre los mayas de México: contribución al estudio de la situación colonialista en América Latina, de Henri Favré. Además, da a la imprenta algunos ensayos aún hoy de referencia en su campo, como es el caso de «El milenarismo franciscano en México y el profeta Daniel» (en la revista Historia Mexicana, en la que pueden leerse muchas colaboraciones suyas). También de principios de esa década es su única colaboración con las heterodoxas Ediciones Extemporáneas (la traducción de El retorno de Dionisos, de Jean Brun). Pero sobre todo es la época en que empieza a obtener un reconocimiento como autora con Las categorías de la cultura mexicana (UNAM, 1972) y con su participación en El trabajo y los trabajadores en la historia de México (El Colegio de México-Arizona University Press, 1979).

No es de extrañar que en 1975 Elsa Cecilia Frost acabara por entrar en una institución tan vinculada al exilio republicano español como El Colegio de México ‒fundado en 1940 a partir de la Casa de España en México y en cuyo germen tuvo un papel destacado Daniel Cosío Villegas (1898-1976), fundador del FCE‒, y que dirigiera en él el Centro de Estudios Históricos.

De los años ochenta es muy destacable pero poco conocido el resultado de una investigación llevada a cabo gracias a una beca del gobierno alemán, su libro Educación e ilustración en Europa, publicado por la SEP (Secretaría de Educación Pública, 1986), y dos años después veía reconocida su trayectoria como traductora literaria con el Premio Alfonso X que entre 1982 y 1991 concedió el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), y que habían obtenido, entre otros, Tomás Segovia (1927-2011) en dos ocasiones, Felipe Garrido (n. 1942) y Juan Tovar (1941-2019). En la década siguiente, en que prologa en 1992 el quinto volumen de las Obras Completas de Gaos (El Pensamiento hispanoamericano. Antología del pensamiento de lengua española en la edad contemporánea), recibe además el Premio Edmundo O’Gorman del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) en la categoría de Teoría de la Historia e Historiografía y publica en la UNAM Este nuevo orbe (1996). Asimismo, reflexiona sobre la profesión en El arte de la traición o los problemas de la traducción (1992); pero prueba de la amplitud y variedad de sus conocimientos e intereses es que ese mismo año se publica en Conaculta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) la antología Teatro jesuita profesional del siglo XVII con estudio introductorio y notas suyas (en edición del dramaturgo Héctor Azar).

En el cambio de siglo quizás una de sus obras más interesantes sea Testimonios del exilio (2000) como duodécimo volumen de la colección de Clásicos cristianos de la editorial JUS, donde antologa y comenta textos de Francisco Javier Alegre (1729-1788), Rafael de Zelis (1747-1798) y Antonio López de Priego (1730-1802), a la que se añade unos años después otra de sus obras más divulgadas, La historia de Dios en las Indias: visión franciscana del Nuevo Mundo, que desde 2002 engalana el catálogo de la espléndida colección Tiempo de Memoria de Tusquets Editores.

Al año siguiente obtuvo el Premio Juana Ramírez de Asbaje (antes de que cambiara su nombre a Sor Juana Inés de la Cruz), y ese mismo año, con todo merecimiento como habrá podido comprobarse, era elegida miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (ingresó en noviembre de 2004), con lo que el número de mujeres en esta institución de treinta y seis miembros hasta entonces llegaba al ridículo número de cinco (con Clementina Díaz, Margo Glantz, Julieta Fierro y Margit Frenk). Como es también de justicia que diera nombre a una de las sucursales del Fondo de Cultura Económica.

Fuentes:

Carmen-José Alejos Grau, «Elsa Cecilia Frost del Valle. In Memoriam», Anuario Historia de la Iglesia, núm. 15 (2006), pp. 425-426.

Adolfo Castañón, «Elsa Cecilia Frost, el esquivo gato de la historia (1928-2005)», Revista de la Universidad de México, núm. 44 (2007), pp. 76-80.

Elsa Cecilia Frost, «La labor difusora de los transterrados», en VV.AA. Cincuenta años de exilio español en México, Universidad Autónoma de Tlaxcala (Materiales Para la Historia de la Filosofía en México. Siglo XX), 1991, pp. 7-14.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 577