Quantcast
Channel: negritasycursivas
Viewing all articles
Browse latest Browse all 577

Roger Nimier (1925-1962), el editor como conciliador (hasta cierto punto)

$
0
0

Pese a ser uno de los asistentes al Segundo Coloquio Internacional de Novela (1962) y formar parte del grupo que puso en pie el Premio Formentor creado por iniciativa de Carlos Barral (1928-1989), este último apenas habla de Roger Nimier en sus memorias (si lo hace), y quizás hubiera valido la pena. En la revista Destino, Josep Maria Espinàs (1927-2023) consignó su participación en el «Club de los Poetas», junto a Monique Lange (1926-1996), Dyonis Mascolo (1916-1997), Anthony Kerrigan (1918-1991), Josep M. Castellet (1926-2014) y José María Valverde (1926-1996), entre otros muchos.

Huérfano desde muy joven y estudiante brillante en la Sorbona mientras trabajaba en la empresa filatélica de su tío (Miró), Nimier irrumpió de modo fulgurante en el panorama literario francés cuando en 1948 Gaston Gallimard (1881-1975) le publicó en su editorial Les epées, que se abre con la escena de una masturbación masculina sobre una fotografía de la actriz Marlene Dietrich (1901-1992) para derivar luego en la historia de un tal François Sanders que pasa de militar en la Resistencia a hacerlo en la Millice Française, ¡para acabar siendo considerado un héroe nacional durante la Liberación! Demasiado crudo, demasiado sarcasmo, demasiado humor para el establishment cultural de la inmediata posguerra mundial; perfecto para convertirse en un escandaloso éxito mainstream.

Previamente, sin embargo, Gallimard le había rechazado colaboraciones poéticas y críticas para sus revistas, así como una novela que le publicaría póstumamente, en 1968, precedida de un prólogo de Paul Morand (1888-1976), L’Étrangère.

Ese mismo año 1948, nace en el seno de las ediciones La Table Ronde de Roland Laudenbach (1921-1991) la revista homónima desde la que Paul Morand, François Mauriac (1885-1970), Henry de Montherlant (1895-1972) y Jean Giono (1895-1970) se enfrentaron al existencialismo izquierdista que rezumaban las páginas de Les Temps Modernes de Jean Paul Sartre (1905-1980), Simone de Beauvoir (1908-1986) y Maurice Merleau-Ponti (1908-1961), que inicialmente había empezado publicando Gallimard (1945-1948), pero por entonces lo hacía Julliard (1949-1965). Al mismo tiempo, el incipiente polemista Roger Nimier confluye con André Malraux (1901-1976), Jean Paulhan (1884-1968), Raymond Aron (1905-1983) y Roger Caillois (1913-1978), entre otros, en las páginas de la revista Liberté d’Esprit, que dirigía el mencionado Claude Mauriac (que hasta ese mismo año 1949 había sido secretario personal de Charles de Gaulle).

Un tiempo después, Nimier volvía a épater a la sociedad literaria parisina con Le Hussard bleu (1950), publicada de nuevo en Gallimard y de la que Bernard Frank tomó el título como referencia para bautizar en Les Temps Modernes («Grognards et hussards») al grupo de escritores de derechas que formaban Antoine Blondin (1922-1991), Jacques Laurent (1919-2000) y Nimier, que acabó de triunfar como membrete cuando Jean Giono publicó al año siguiente Le Hussard sour le toit (1951), asimismo en Gallimard.

También de 1950 son las novelas de Nimier Pérfide y el panfleto, en este caso en las ediciones La Table Ronde, Le Grand d’Espagne. De nuevo en el seno de Gallimard aparecerían luego en rápida sucesión el ensayo Amour et néant (1951) y las novelas Les enfants tristes (1951) e Histoire d’un amour (1953). Ese mismo año 1953 decidió dedicar diez años sabáticos para desintoxicarse del género novelesco, así que intensificó sus colaboraciones periodísticas y se integró en el equipo de guionistas que formó Michelangelo Antonioni (1912-2007) para la película I vinti (1953) y arrancó una curiosa carrera en el ámbito del guión cinematográfico.

No es hasta 1956 que Nimier entra como asesor en Gallimard —se dijo en su momento que para evitar que se acercara demasiado a otras editoriales con algún manuscrito en las manos—, y el nuevo fichaje no tarda en revelarse como una bisagra imprescindible para el prestigio de la empresa.

Pese a haber tenido un sonado encontronazo con Albert Camus (1913-1960) —por el que se disculpó públicamente—, Nimier, gracias a su reputación y aparente independencia heterodoxa, consiguió mantener en relativa paz una empresa en la que convivían a flor de piel sensibilidades políticas muy dispares (en un momento, además, en que la guerra de independencia de Argelia se encontraba en plena ebullición y la mayoría de editores se significaron muy explícitamente, lo que dejó abierta una herida en el seno de la editorial). El criterio de publicación en Gallimard —se sobrentendía— no sería político ni engagée, sinó única, exclusiva y puramente estético. Por su parte, él debía ocuparse de los prólogos para las ediciones de bolsillo, lo que le permitió a algunos amigos prestigiosos seguir trabajando, en unos momentos en que el aire de los tiempos se lo estaba poniendo muy difícil: Montherlant prologó a Suetonio, Chardonne a Tolstoi, Morand a Dumas y, menos justificable con criterios estéticos, Antoine Blondin a Homero. Y aún tuvo tiempo de intervenir en la finalización en la Nouvelle Revue Française de un proyecto de André Malraux en los años treinta, el Tableau de la littérature française.

En el ámbito personal, en cuanto Nimier estuvo en condiciones de comprarse un Aston Martín, lo primero que hizo fue echarle arrojo al asunto y rebautizarlo como Gaston Martin. Y en cuanto pudo hacerlo, empezó a tramar el regreso de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) —a quien Gallimard había vuelto a publicar en 1952 (Fantasía para otra ocasión) y Nimier no se había cansado de defender— al centro de la escena literaria francesa. Ambos, Céline y Nimier, se habían caracterizado por mantener con Gaston Gallimard una relación amistosa que toleraba e incluso propiciaba el insulto al patrón siempre y cuando este fuera expresado con gracia, ironía o belleza.

Probablemente, este papel de adalid de Céline es lo que le ha garantizado a Nimier una fama a largo plazo, pues sus esfuerzos por recuperar a un autor acosado por los juicios, convertido en mártir propiciatorio a ojos de la ultraderecha e intencionadamente relegado al ostracismo, permitieron establecer un puente entre la literatura de preguerra y los fogonazos de autores como Henry Miller (1891-1980), Jack Kerouac (1922-1969) o Philippe Sollers (1936-2023) en los años sesenta. Y tuvo que hacerlo en un contexto editorial inicialmente cerrado en banda a reabrir sus puertas a un escritor profundamente marcado por sus panfletos antisemitas publicados en los años previos a la guerra mundial, y que por si fuera poco se quejaba de que Gallimard no promocionaba sus libros y a la vez se negaba a participar de ningún modo en la promoción de los mismos, hasta que en junio de 1957 concedió una explosiva y prolija entrevista a Georges Sadoul en L’Express.

Quizás pocas cosas pongan más de manifiesto el papel de correa de transmisión y conciliador que tuvo Nimier en la editorial —y del estilo con que desempeñó este papel— que una carta que dirige a Céline en julio de 1957: «Creo que Gaston [Gallimard] está un poco triste porque ya no recibe sus insultos». Para entonces, Nimier era el interlocutor idóneo de Céline en la editorial, donde el ambiente general no era muy propicio a reivindicar a un escritor tan marcado. Ese año 1957 es precisamente el de la puesta en marcha de una campaña muy bien diseñada y orquestada para volver a poner en primer plano la literatura de Céline, tanto en lo que se refiere a las librerías como en el espacio del debate cultural público. Apelando, como siempre, al valor estético de la propuesta que hacía desde Gallimard, aunque ésta le llevara al extremo de exclamar algo por entonces tan políticamente incorrecto como «Donez a Céline le Prix Nobel!» (en las páginas de Les Nouvelles Literaries del 18 de octubre de 1956, un año antes de que lo ganara Camus).

Nimier no justificaba el antisemitismo expresado por Céline antaño, tampoco lo disculpaba, pero consideraba inaceptable la cancelación pública de la que había sido objeto Céline porque consideraba su obra como uno de los grandes valores de la cultura francesa de su tiempo. Ya desde finales de la década de los cuarenta, Nimier había alentado la aparición de artículos sobre Céline, y él mismo le había dedicado alguno en La Table Ronde (tras solicitar permiso para ello a Mauriac), así que no es de extrañar que desde una plataforma de primer orden como era la editorial Gallimard intentara llevar las cosas unos pasos más allá, coincidiendo además con el arranque de la trilogía alemana (o del norte): De un castillo al otro (1957), Norte (1960) y Rigodón (publicado póstumamente en 1969).

Cuando en 1962 viaja a España, Nimier aún no hacía un año que había asistido, con Gaston Gallimard, Marcel Aymé y pocos más, al entierro de Céline, y le faltaba también poco más de un año para estrellarse en un accidente automovilístico que acabó con su vida.

Roger Nimier, Marcel Aymé y Gaston Gallimard.

En español, a Nimier es posible que se le publicara por primera vez en 2005, cuando encontró en Joan Riambau a un firme defensor que consiguió que Edhasa publicara su traducción de la novela póstuma D’Artagnan enamorado, o cinco años antes.

Fuentes:
José Luis Arráez Llobregat, «L.-F. Céline et la critique littéraire d’avant-garde. Voyage à travers L’Infini», IX Coloquio de la Asociación de Profesores de Filología Francesa de la Universidad Española : La Philologie française à la croisée de l’an 2000, pp. 21-36.

Pierre Assouline, Gaston Gallimard. Medio siglo de edición francesa, traducción de Anna Montero Bosch, prólogo de Rafael Conte, València, Edicions Alfons el Magnànim (Debats 3), 1987.

Jean-Claude Loiseau, «Toute une vie. Roger Nimier (1925-1962)», redifusión en Radio France de la emisión del 30 de agosto de 2007, publicado en France Culture el 20 de octubre de 2012.

Frank Saint Cast, «Roger Nimier (1925-1962) (Roger Nimier à toute vitesse)», una coproducción de France3-Artefilm-Les Films du Saint, 15 de marzo de 2009.

Ralph Schoolcraft, «Roger Nimier et le Gaullisme d’après Les Épées», Roman 20-50, núm 42 (diciembre de 2006), pp. 83- 90.

Sggn1824, «Âmes sensibles s’abstenir», Moderne, 5 de diciembre de 2021.

Yolanda Viñas del Palacio, «Du hussard au mosquetaire ou Roger Nimier en quête du roman», Thélème. Revista Complutense de Estudios Franceses, núm 21 (2006), pp. 213-223.

Michel Winock, El siglo de los intelectuales, traducción de Ana Herrera, Barcelona, Edhasa (Ensayo histórico), 2010.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 577

Trending Articles