El editor Rafael Borràs Betriu dedica apenas una página en el primer volumen de sus memorias a una efímera experiencia editorial cuyo catálogo, según dice, “no pasará evidentemente a la historia de la Literatura, aunque se salven algunos títulos”. Quizá no pase a la historia de la Literatura de un modo evidente, tal vez lo haga de un modo subrepticio, pero bien vale unas líneas en la historia de la edición en España.
Corría el año 1958 cuando Borràs se asoció a José María Pareja (a quien menciona sólo como “el hermano de un antiguo condiscípulo”), para crear una empresa editorial alrededor de una colección de narrativa (novela y cuento) con el nombre Reloj de Sol, de la que, mientras duró el proyecto, aparecieron ocho títulos de autores bastante conocidos, y que posteriormente Pareja continuó en solitario.
Escribe Borràs Betriu acerca de este experiencia en La batalla de Waterloo: “La aventura duró de diciembre de 1958 a agosto del siguiente año; yo no veía las cuentas claras y preferí cortar por lo sano; le ofrecí a mi socio comprar su parte o venderle la mía; optó por lo segundo y me firmó diez letras de cambio debidamente aceptadas y avaladas; ya la primera fue al protesto”. Sin embargo, las fechas que señala con tanta precisión Borrás corresponden a las de aparición de los títulos, pero es innegable que el nacimiento de la empresa y la labor editorial es anterior, como demuestran por ejemplo la presentación a censura de algunos títulos con anterioridad a diciembre de 1958.
En 1958 publican los tres primeros números, volúmenes muy breves, de esta colección: El pan mojado, del primer marido de Ana María Matute, Ramón Eugenio Goicoechea, a quien César González-Ruano sitúa en un conjunto de personakes bastante variopinto en sus memorias (“En Barcelona conocí pronto a los cinco poetas jóvenes que más contaban en el ambiente literario, no muy importante ni grande contra lo que podría esperarse de la ciudad. Estos cinco poetas eran Mauricio Monsuárez de Yoss, Julio Garcés, Manuel Segalà, Juan Eduardo Cirlot y Ramón Eugenio de Goicoechea”); Crepúsculo de una ninfa, de Elisabeth Mulder, que ya había aparecido anteriormente en la editorial Surco en 1942 con ilustraciones de Solà Andreu y que, curiosamente, se presenta como en “traducción del editor”, y el primer libro de relatos de la novelista Mercedes Salisachs Pasos conocidos.
Ramón Eugenio Goicoechea con Ana María Matute.
Con estas cartas de presentación probablemente ya era fácil advertir por dónde iban los tiros de Reloj de Sol, una colección de libros breves (quizá por razones económicas o de escasez de papel) a los que en los primeros meses de 1959 se añadieron el libro de cuentos de José Cruset Hermano Ladrón, cuya obra anterior (El otro dinero) había obtenido el Premio Aedos; la novelita Fiesta al Noroeste, con la que Ana María Matute había ganado en 1953 el Premio Gijón y que había publicado entonces Afrodisio Aguado; El niño de la flor en la boca, de José María Castillo Navarro, quien tras haber publicado tres novelas con Luis de Caralt había probado fortuna en Planeta con Manos cruzadas sobre el halda (1958); El techo de lona, de Mariano Tudela, periodista y autor por entonces de biografías que publicaba AHR (Alfredo Herrero Romero) y de un par de novelas que habían aparecido en Luis de Caralt, y, acaso la obra
más importante en esta colección, los cuentos de ¡Échate un pulso Hemingway!, de Francisco Candel, cuya carrera literaria, a raíz de la muerte de su descubridor y primer editor, Josep Janés, quedó momentáneamente –en términos estrictamente editoriales– un poco a la deriva. Es curiosa la historia de esta antología de cuentos candelianos, que en 1966 le publicaría de nuevo Tomás Salvador en la colección Novela y Documento de sus Ediciones Marte, en 1972 la editorial Laia haría una edición con el añadido de un nuevo cuento (“El perro que nunca existió y el anciano padre que tampoco”), acompañada de un texto introductorio del editor Josep Verdura («Sobre Francisco Candel autor de este libro») y de unos epílogos firmados por José María Rodríguez Méndez («Lengua y testimonio de Francisco Candel») y W.G. Weyland (Silverio Boj) («Noticia sobre Francisco Candel»), a la que seguiría aún una traducción incompleta al catalán (probablemente por acción de la censura) en la colección El Cangur (que no incluye “Esa infancia desvaída”), y de nuevo en español en 1984 en la colección Gran Reno, de Plaza & Janés.

José Jurado Morales.
Tan interesantes como los autores publicados en la colección Reloj de Arena, son los intentos fallidos de nuevas colecciones, pues contribuyen a mostrar qué caminos se disponía a transitar Borràs Betriu en esos años. Al poeta perteneciente al grupo de la combativa revista Azor José Jurado Morales, que dos años después obtendría el Premio Ciudad de Barcelona con el poemario Sombras anilladas (Editorial Peñíscola, 1962) y quedaría finalista con la novela La vida juega su carta (Cedro, 1961), Pareja y Borràs le publican su primera obra narrativa, La hora de anclar, pero, según escribe Borràs Betriu, la presentan fuera de la colección porque pensó, “tal vez de manera injusta, que no estaba a la altura de los otros autores”. En realidad, es el primer y último título de una colección llamada La Moneda al Aire, nombre que resulta muy indicativo de la poca confianza que tenían en esta apuesta los editores.
Con una recopilación de entrevistas a folklóricas firmada por Mario Gómez Santos y prologada por Ramón Serrano Suñer, Mujeres solas (Raquel Meler, Pastora Imperio, Sara Montiel, Lola Flores), se inicia una colección de Pequeñas Historias de Grandes Personajes, que apunta a una voluntad más comercial, que no tuvo continuidad. Sí la tuvo en cambio La Llave. Cuadernos de Poesía, si bien en la etapa de Borràs Betriu sólo apareció Música para búhos, del poeta franco-uruguayo Ricardo Paysero, suegro de Jules Superville y a quien José Bergamín, pues se conocieron en Montevideo, dedicó una sección de Rimas y sonetos rezagados (Renuevos de Cruz y Raya, 1962, y Cruz del Sur, 1963).

Ricardo Paysero.
Sin embargo, quizás el título más conocido de Pareja y Borràs Editores sea el Libro de los objetos perdidos y encontrados, de César González-Ruano, un volumen profusamente ilustrado con láminas fotograbadas sobre papel estucado, obra de José Sánchez Martínez, y con cubierta en tela estampada. Con este título se abría y cerraba otra colección, El Libro Abierto, en la que se puede intuir la bibliofilia o el mundo del libro como idea rectora.
En cuanto Borràs Betriu dejó de ver las cuentas claras y vendió su parte en el negocio, Pareja prosiguió durante un breve tiempo publicando títulos que es de suponer que ya estaban programados, y que en algunos casos daban continuidad a la colección Reloj de Sol, pero lo hizo ya bajo el nombre Pareja Editor. Y esa ya es otra historia (que habrá que contar).
Fuentes:
Rafael Borrás Betriu, La batalla de Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.
César González-Ruano, Mi medio siglo se confiesa a medias, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca de la Memoria 3), 2004.
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