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Una Poética de la medi[c]ación cultural

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Mediada la década de los ochenta del siglo pasado —concretamente en 1986— se puso en circulación en Barcelona un sexteto de libritos de poesía un poco heterogéneo con el que se estrenaba una colección fruto de la colaboración entre Ediciones Península y Edicions 62: Enigma, de Narcís Comadira en versión bilingüe; Antes que llegue la noche, de Juan Luis Panero (1942-2013); Defensa de la poesía, de Percy B. Shelley (1792-1822), en versión bilingüe, y con traducción y prólogo de Vicente Selma; Des de l’experiència/ Desde la experiencia, de Martin Heidegger (1889-1976), con prólogo y traducciones tanto al catalán como al castellano de Joan B. Llinares; Lecciones de cosas. Veinte poemas para el nieto Malcolm, de Carlos Barral (1928-1989), y Larari, de nuevo en versión bilingüe, de Francesc Prat i Figueras.


Este último —no confundir con el homónimo corrector de estilo sabadellense—, había publicado en Edicions 62 Paradís de cendra en 1982 y, como consecuencia de haber obtenido el Premi Vicent Andrés Estellés, Soldat rosa el año siguiente de la mano de Eliseu Climent en la Colecció Poesia 3i4, pero después de Larari iniciaría un largo silencio editorial que no se cerraría hasta que en 2008 apareció, en la colección ampurdanesa Al Cánter, Fingiments (el resto de su obra se limita a Escarabeu en 2011 y Celístia en 2017, ambas en la colección Jardins de Samarcanda que editaba Cafè Central y publicaba Eumo Editorial).


Pese al aprecio de la crítica más atenta y experta, y a los elogios que se han dedicado a su adaptación a la línea de Matsuo Bashoo (1644-1694) de engarzar haikus en textos de prosa poética, es innegable que visto hoy en ese sexteto (Comadira, Panero, Barral…) el nombre de Francesc Prat llama la atención. Pero no la llaman menos los de un poeta representativo del Romanticismo inglés decimonónico como Shelley o el de un escritor más conocido como filósofo que como traductor o poeta, como es el caso de Heidegger.


En cuanto al número de títulos, la colección tuvo sus altibajos, pues desapareció entre 1993 y 1998 y a partir de entonces su producción fue muy escasa: en 2001 sólo apareció una edición de Nueve novísmos poetas españoles, de Castellet, ya con un nuevo diseño y como colección Poética, y en 2003 se cerraba con Fresnos, de Eduardo Jordá (número 35 de la colección).


Antes, tuvo tiempo de publicar títulos de autores tan diversos como Samuel Beckett (1906-1989), Antoni Marí, el debutante Jordi Gabarró Serra (con Tot és caduc, traducido por Félix de Azúa), Seamus Heaney (1939-2013), traducido por Parcerisas, Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), Walter Benjamin (1892-1940) —los Sonetos que el autor había entregado en custodia a George Bataille en 1940 y que se descubrieron en el depósito de la Biblioteca Nacional de París en 1981—, Ludovico Ariosto (1474-1533), en una esmerada traducción, con prólogo y notas, de José María Micó, o algo tan curioso como Los poemas de amor del sexto Dalai Lama del Tíbet, Tsangyang Gyatso (1683-1706), en adaptación poética de José María Parreño y Jaume Subirana a partir de la traducción de Josep Lluís Alay (autor también del prólogo y las notas), que el año anterior había aparecido en catalán en coedición de Edicions 62 y Empúries y ese mismo año (2001) aparecían en Hiperión en traducción de Iñaki Preciado las Canciones líricas del sexto Dalai Lama. Al parecer, era el momento estelar de este poeta en la Península.


Con ese ritmo de publicación y esa apertura de miras, no es fácil perfilar el campo de intereses que abarcaba esta propuesta editorial, aunque tal vez si el resultado hubiera sido más nutrido quizá se podría entrever una mirada omnívora.


Sin embargo, sí es fácil interpretar el propósito de ofrecer versiones bilingües de los textos publicados originalmente en catalán como un modo de acercar la literatura catalana actual, e incluso apostar por algunos nombres aún no consolidados de ella, a los lectores monolingües en castellano. No obstante, no parece que al otro lado del teléfono se agolparan los lectores de poesía universal, aunque también es posible que estas ediciones sirvieran de puente para que otros editores decidieran traducir a poetas como Comadira, Gimferrer, Jordá o Margarit a otras lenguas.


No era una mala receta para vitaminar una literatura con una audiencia potencial que entonces ya había empezado a menguar (pese a llevar la lengua años en los planes de estudio en la enseñanza obligatoria: desde 1979 en Cataluña y Baleares, y desde 1982 en el País Valenciano).

Fuentes:
Catálogo de la Biblioteca Nacional de España.

Antoni Clapés, «I allá s’aixeca el cant dolç de la terra…», en Francesc Prat, coord.. editorial de Cinta Massip, Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya- Arts Santa Mònica, 2019.

Josep Julià Ballbé i Shigeko Suzuki, «El haiku en Cataluña: un préstamo sin traducciones», Livius, núm. 10 (1997), pp. 91-101.


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