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El censor eclesiástico Saturnino Salete: una excusa

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No es siempre tarea fácil y resulta más bien arriesgado identificar y reconstruir —ni que sea a grandes trazos— la biografía de quienes se ocuparon activamente de la censura de libros en España durante la dictadura franquista.

Es el caso, por ejemplo, de Saturnino Salete Larrea, que figura en algunos informes como lector especializado en censura eclesiástica, tanto de obras literarias como de obras cinematográficas. Lo poco común de sus nombre y apellidos —la dificultad para olvidarlos— deberían facilitar las cosas, y sin embargo no es del todo así.

Quizá uno de los informes que retrospectivamente más importantes puedan considerarse de cuantos firmó Salete fue el que daba curso a la petición de autorización presentada por la editorial José Janés en junio de 1944 y cuyo expediente se numeró como 3832. La obra que se sometía a consideración y juicio era la traducción de Simó Santainés de The Eagle and the Dove: St. Teresa of Avila & St. Thérèse of Lisieux, de la poeta y novelista inglesa Vita Sackville-West (1892-1962), con el título El águila y la paloma. Un estudio de contrastes, de la que se pretendían publicar tres mil ejemplares.

Como ha reconstruido perfectamente Marta Ortega Sáez, en aquellos tiempos Sackville-West no era una desconocida para los lectores españoles interesados, pues desde la inmediata postguerra se habían ido publicando algunas de sus obras más importantes hasta entonces: Pepita (Editorial Barna, 1942, en traducción de Josefina Martínez Alinari, y mil ejemplares importados por Espasa-Calpe de su edición argentina con la misma traducción, impresa y encuadernada impecablemente por Sebastián Amorrortu), La isla sombría (José Janés, 1943, en traducción de Luis Jordá), Historia de familia (José Janés, 1943, traducida por Simó Santainés) y Santa Juana de Arco (José Janés, 1945, en versión del prolífico Manuel Bosch-Barret). Además, a la mencionada Barna le habían autorizado a publicar Los eduardianos y Toda pasión apagada que no llegó a editar debido a la prematura disolución de ese proyecto del millonario de Palamós Alberto Puig Palau (1908-1986), quien por entonces repartía su tiempo entre sus empresas, la recuperación del poblado ibérico de Castell, la creación de un tablao flamenco en Palamós y las pruebas automovilísticas de velocidad, entre otras iniciativas.

Por otra parte, como también documenta Ortega Sáez, la autora se había definido abiertamente antitotalitaria pero no se había mostrado públicamente beligerante con los regímenes fascistas, así que sus problemas con la censura franquista se limitaron a obras específicas y nunca con excesiva severidad (si se compara con casos de otros libros temáticamente similares, claro está). En el caso de los antecedentes de Salete Larrea la información es más escas y dispersa.

De hecho, el examen a que sometió esta obra de Sackville-West Saturnino Salete fue en calidad de censor eclesiástico, si bien ya previamente había dejado muy en claro su interés por las letras.

Entre los diarios del beato Manuel Domingo Sol (1836-1909), fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios, hay una anotación fechada en octubre de 1900 en la que se resume una carta de Saturnino Salete escrita desde Logroño en la que explica que cursó el primer curso de Teología en Zaragoza y los cursos siguientes hasta cuarto en Bayona, y en la que mostraba su disposición a viajar a Roma. Más interesante es todavía que indique como dirección para recibir respuesta el Comercio de don Luis Larrea (en Logroño) y a partir del primero de octubre la Fonda de Elías de Zaragoza.

El Comercio de Luis Larrea, sito en la calle Mercado y Abades (actualmente Portales con Sagasta), era uno de los comercios históricos de Logroño, y su propietario más famoso, Juan Cruz Larrea, había sido concejal del Ayuntamiento de la misma. A su muerte la había heredado su viuda Magdalena del Pueyo y luego la regentaron sus hijos Luis Larrea y su esposa Elvira, con quien es muy probable que Saturnino Salete Larrea estuviera emparentado.

Todo hace pensar que vivía de manera más o menos estable en la capital aragonesa, pues en 1906 publicaba la traducción del librito de la Action Populaire de Reims Círculos de estudios, de Leleu, que puso a la venta el Centro de Acción Social Católica de Zaragoza como sexto volumen de su primera serie de publicaciones. Ese mismo año figura como «cura ecónomo» de Pastriz (a ocho kilómetros de Zaragoza), donde ha creado un sindicato agrícola y una caja de socorros mutuos (uno de cuyos socios protectores es el propio Ayuntamiento). Al mencionar esta iniciativa en Movimiento católico agrario en Aragón (Los principios, 1906-1909), José Estarán Molinero anota sutilmente a pie la conveniencia de recordar que en 1904 Patriz fue escenario de un hecho inhabitual: el anterior cura había asesinado a un propietario y abogado, «lo que concitó las iras de todo el pueblo contra el cura de entonces». Y ahí parece perderse de momento su pista.

Sin embargo, en 1931 figura como párroco de Pinto (Madrid) y, en ocasiones tras sus iniciales (SSL), ha publicado ya algunas obritas de divulgación teológica en las que, entre otras lindezas, planteaba la «hipótesis» de que el infierno debía de encontrarse en algún planeta al que los fenómenos siderales otorgaban las horribles temperaturas que lo caracterizaban. De ese mismo año 1931 es Para entender la fe católica. Vulgarizaciones teológicas, que publica en Madrid la histórica Librería Católica Gregorio del Amo (sucesora de la famosísima Librería Católica de Miguel Olamendi, fundada en 1848). Del año siguiente son sus Vulgarizaciones teológicas sobre el orden sobrenatural del pecado original, la Encarnación, el Sacrificio de la Misa… y Las diversiones del cielo, ambas con sello de Artes e Industrias Gráficas Mateu. Para rematar el año 1932, veía como su librito El Dios científico (para los ateos) salía airoso del juicio de la censura eclesiástica y por consiguiente podía empezar a distribuirse.

Aun es mayor el siguiente salto temporal de este intento de reconstrucción biográfica: en febrero de 1944 —unos meses antes, pues, de someter a juicio El águila y la paloma. Un estudio de contrastes —figura el «reverendo padre Saturnino Salete» como receptor de 278 pesetas por parte de la Junta Nacional Superior de Censura Cinematográfica por cada una de las sesiones de censura que llevaba a cabo. Es muy de lamentar, pero parece que no hay información publicada acerca de qué obras cinematográficas pasaron por las manos de Salete en esos meses de guerra mundial; y mucho menos cuales fueron sus juicios. Del mismo modo que tampoco debió ser muy activo en la lectura de obras escritas, o acaso empleara seudónimos hasta ahora no desvelados, porque no parece que dejara más rastro de su repugnante labor.

Ya al inicio de la década siguiente figura como autor de Confesión, Comunión y Misa diarias (1950) y Lo que haremos y veremos en el otro mundo (1951), ambas sin indicación editorial pero impresas en V. Huertas, y Guía de vida espiritual (1953), un folleto de veinte páginas impreso «con las debidas licencias» pero sin consignar otros datos editoriales que el lugar (Torreblanca, en la Plana Alta, Castellón).

Fuentes:
Mario Coronas, «Pinto en los inicios de la Segunda República», La Voz de Pinto, 26 de marzo de 2019.

Germán González Domingo, Escritos del beato Manuel Domingo y Sol, Varios vol. 9, Roma, 2009.

José Estarán Molinero, Movimiento católico agrario en Aragón (Los principios, 1906-1909), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2020.


Marta Ortega Sáez, «Narrativa y censura de Vita Sackville-West en la España de Franco (1939-1975)», en Sílvia Coll-Vinent, Cornelia Eisnet i Enric Gallén, La traducció i el món editorial de posguerra, Lleida, Punctum & Trilcat, 2011, pp. 65-80.

Santi de Santos, «Tejidos Juan Cruz Larrea y Luis Larrea», Historia del comercio e industria riojana, 25 de marzo de 2015.


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