Los diversos episodios que rodean la publicación del Regreso de la URSS de André Gide (1869-1951) —estudiados y analizados con intenciones diversas, pero evocados periódicamente— contribuyeron a que uno de sus éxitos más fulgurantes sea también una de sus obras menos representativas, hasta el punto de anotar en su Diario (19 de enero de 1949) que este libro apenas guarda relación con la literatura.
Como es bien sabido, el libro responde a un momento histórico muy determinado y a una cierta moda de viajes a la entonces joven Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas propiciada por una campaña de márketing destinada a ganarse el favor de destacados intelectuales europeos que se extendió durante varios años. No son pocas las publicaciones que generaron estos viajes, y sólo en el caso de autores españoles pueden mencionarse los casos de José Bergamín (1895-1983), Josep Pla (1897-1981), Ramón J. Sender (1901-1982), Rafael Alberti (1902-1999) o Max Aub (1903-1972), e incluso el menos esperable del luego falangista Félix Ros (1912-1974), quien dejó testimonio de ello primero en las páginas de Ya y de La Vanguardia y luego en un volumen muy poco leído que le publicó Luis Miracle, Un meridional en Rusia (1936).
André Gide era visto entonces como un escritor que simpatizaba con las noticias que le llegaban de la URSS pero mantenía una independencia política radical. Eso nunca le había impedido, por ejemplo, dar una visión muy crítica del colonialismo en su Viaje al Congo (Gallimard, 1927) o acercarse a algunas de las iniciativas generadas en los aledaños del Partido Comunista, así que fue una de las estrellas intelectuales a las que se intentó atraer a la causa.
El viaje se llevó a cabo en una etapa marcada por las huelgas que precedieron a la firma del histórico Acuerdo Matignon al que llegaron patronal, sindicatos (CGPF y CGT) y gobierno (del Frente Popular y presidido por Léon Blum). Le acompañaron el editor nacido en Azerbayján Jacques Schiffrin (1892-1950), el militante comunista de los Países Bajos Jef Last (1898-1972), y el combativo escritor pacifista Louis Guilloux (1899-1980). Pese a que sus visitas, encuentros y paseos se ajustaron a lo establecido por las autoridades soviéticas, y acaso porque tanto Schiffrin como Last dominaban la lengua, la impresión que sacó Gide de todo el asunto no fue en absoluto el que se deseaba (y esperaba).
Las anotaciones del Diario de Gide fechadas en los primeros días tras su regreso dejan constancia del malestar que le causaron las primeras noticias sobre los procesos de Moscú (en concreto el inicial y conocido como «de los dieciséis», entre ellos Grigory Zinóviev y Lev Kámenev). El 23 de septiembre de 1936, Gide da una primera lectura de sus notas en borrador ante Schiffrin y Guilloux, que se sienten ambos decepcionados por lo visto durante el viaje pero intentan hacerle ver la valentía que requiere publicar el libro proyectado en un momento en que ya se ha iniciado la guerra civil española. Cosa similar le dicen otros amigos, como André Malraux (1901-1976) o Paul Nizan (1905-1940). Sin embargo, Gide se mantiene firme aun cuando desde España (donde llegaría a ser teniente), Jef Last le insiste en la inoportunidad de la publicación de sus impresiones justo cuando el franquismo está embistiendo a un gobierno que al mismo tiempo está lidiando con luchas internas entre libertarios y comunistas.

En octubre, tras una cena con la dirección de Vendredi, Gide acuerda dar en primicia el prólogo que ha escrito para Regreso de la URSS a este semanario (se publicó el 6 de noviembre) y una semana después se ponía a la venta una primera edición de este librito de apenas ciento veinticinco páginas en la colección Nouvelle Revue Française de Gallimard consistente en doscientos cuarenta ejemplares numerados (treinta de los cuales no venales).
El éxito, el escándalo y las críticas de los comunistas fueron espectaculares, sólo en Francia se vendieron el primer año 150.000 ejemplares, y enseguida fue ampliamente traducido. Aún de ese mismo año 1936 es por ejemplo su publicación en una editorial tan emblemática de la izquierda antiestalinista y antifascista como la por entonces recién creada Secker & Warburg, —que un par de años después le publicaría a George Orwell (1903-1950) su Homenaje a Cataluña (1938)—, que en 1937 ya publicaba una tercera edición de Back from the URSS. La traducción la había llevado a cabo una buena amiga de Gide, Dorothy Bussy (1865-1960), y en Nueva York la publicaron ese mismo año Knopf y McGraw Hill. Al español se publicaron también enseguida diversas traducciones, en España, en Chile, en Argentina, en México…
De 1937 son la primera edición en polaco, en traducción del escritor fascista y antisemita Jan Emil Skiwski (1894-1956); la traducción al yidis de Murray H. Lichtstein, que publicó L. Hershauge en Varsovia, y la primera en alemán, en la editorial suiza Jean Christophe Verlag (que venía publicando a Rosa Luxemburgo y a Trotski), entre otras muchas.
El periódico ruso Pravda, los escritores franceses Romain Rolland (1866-1944) y Louis Aragon (1897-1982), el intelectual español José Bergamín (1895-1983), el director de cine Sergei Eisenstein (1898-19489,…, a Gide se le echó encima toda la artillería pesada. En el otro lado de la balanza, Jean Giono (1895-1970), Jean Paulhan (1884-1968), Victor Serge (1890-1947) y Trotski (1879-1940), entre otros, le felicitaban y elogiaban su valentía.
Es el momento en que se celebra en la España en guerra el Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura apoyado por el Komintern soviético; poco después se produce la misteriosa desaparición del político y eminente traductor del ruso Andreu Nin (1892-1937) y la embestida contra el POUM (Partit Obrer d’Unificació Marxista) y la CNT (Confederación Nacional del Trabajo). Gide va a lo suyo: firma con George Duhamel, Roger Martín du Gard (1881-1958), François Mauriac (1885-1970) y otros prorepublicanos una carta dirigida al presidente Juan Negrín (1892-1956) exigiendo que se aclare la situación de los perseguidos.
La publicación en junio de 1937 de los Retoques a mi «Regreso a la URSS» no arreglaron en absoluto las cosas, sino que decían más abiertamente, por si hacía alguna falta, lo que ya podía leerse en el primer libro. Y aun así, no parece que nadie en Gallimard pusiera reparos a la publicación de un texto de André Gide, si bien este mismo anotaría años después en su diario (19 de enero de 1948) que esta obra, así como el Viaje al Congo o el No juzguéis, poco tienen que ver con la literatura.
El tema de fondo que se planteaba era en realidad el de la libertad de expresión. Que por entonces parecía en Gallimard incuestionable, indiscutible. Hasta que los nazis llegaron a París y pusieron sus zarpas en el sector editorial.
Fuentes:
Pierre Assouline, Gaston Gallimard, traducción de Anna Montero Bosch, Valencia, Edicions Alfons el Magnàmim, 1987.
André Gide, Diario, edición y traducción de Laura Freixas, Barcelona, Alba Editorial (Alba Minus 30), 2013.
Maria Gubińska, «Retour de l’URSS d’André Gide », Synergies Pologne núm. 15 (2018) pp. 39-48.
Dorien Kouijzer, «Jef Last: A Life of Commitment in the Twentieth Century», traducción de Paul Vincent, The Low Countries.
Vicente Molina Foix, «Regreso a la URSS con retoques», El País, 24 de abril de 2022.
André Schiffrin, Una educación política. Entre París y Nueva York (traducción de José Manuel Álvarez Flórez, Península (Atalaya 302), 2008.
Michel Winock, El siglo de los intelectuales, traducción de Ana Herrera, Edhasa (Ensayo histórico), 2010.
