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El desnazificado Hans Egon Holthusen en España

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Entre el archivo personal del escritor Jorge Guillén (1893-1984), que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, se halla un telegrama fechado el 17 de enero de 1973 mediante el cual la Academia Bávara de Bellas Artes felicita, con motivo de su octogésimo aniversario, al poeta y crítico literario, que por entonces volvía a residir en su país natal después del exilio al que se había visto abocado cuando los sublevados fascistas ganaron la guerra.

Firma la carta, como presidente de la mencionada academia, el también poeta y crítico literario Hans Egon Holthusen (1913-1997), que en España tenía por entonces muy poca obra publicada pese a la influencia que ejercía en el campo literario en lengua alemana. Fernando González (1901-1972) había traducido la novela Das Schiff. Aufzeichnungen eines Passagiers, que en 1961 se había publicado como número 134 de la Biblioteca Breve de Seix Barral con el título El buque. Apuntes de un pasajero, que en 1974 Barral reimprimiría en la Biblioteca Breve de Bolsillo de los Libros de Enlace; también en la Biblioteca Breve se publicó en 1963 su ensayo literario Brecht (número 184), en traducción de Núria Petit (hija del filólogo y editor Joan Petit), libro que el prestigioso crítico teatral Ricardo Doménech (1938-2010) describió en la revista Triunfo como un «interesante trabajo» por ser el primero de una cierta entidad que se publicaba en España sobre el dramaturgo alemán, si bien lo considera «discutible en muchos puntos»; por último, en 1968 Alianza Editorial publicó a Holthusen en su mítica colección Libros de Bolsillo (volumen 123) Rainer Maria Rilke. El poeta en sus propios textos, traducido y anotado por Jaime Ferreiro Alemparte (quien un par de años había publicado en la colección Persiles de Taurus, España en Rilke).

En América, salvo error, solo La Mandrágora se había adelantado a las editoriales españolas publicando en Buenos Aires uno de los ensayos más conocidos de Hans Egon Holthusen, Rainer Maria Rilke, ya en 1960 en su colección de Clásicos del siglo XX (los sonetos de Rilke habían sido ya objeto de su tesis en 1937). La traducción de este libro, acaso paradójicamente, la firmaban a cuatro manos la escritora española exiliada en Argentina Rosa Chacel (1898-1994) y Nicolas Wendkheim [sic] (Wenkheim).

En su minucioso análisis de las conflictivas relaciones entre Carlos Barral (1928-1989) y la censura española de la segunda mitad del siglo XX, Cristina Suárez Toledano califica de «sorprendente» la inclusión del autor alemán «en el heterodoxo catálogo de Barral», y el calificativo se queda quizá corto al repasar la trayectoria biográfica de quien la especialista en censura describe como «antiguo militante nazi».

Masha Káléko.

Resulta incluso asombroso que un editor tan inequívoca y marcadamente antifascista como Carlos Barral y tan conectado con la actualidad cultural europea acogiera a un autor con un pasado tan indudable y conocidamente nazi, apenas cinco años después de que la poeta judía de expresión alemana Mascha Kaléko (Golda Malka Aufen, 1907-1975) se negara a recibir el premio Theodor Fontane de la Academia de Bellas Artes de Berlín precisamente porque el presidente de ese jurado era Egon Holthusen. Ante tal imprevista circunstancia, se le concedió ese galardón al novelista recién llegado a la Alemania Occidental desde la RDA Uwe Johnson (1934-1984) por Conjeturas sobre Jakob, y el director de la academia, el arqueólogo Herbert von Buttlar (1912-1976), minimizó la militancia de Holthusen en las SS como un pecadillo de juventud, rematando el asunto acusando a Kaléko de propagar rumores falsos y sentenciando que a los emigrantes que no les gustara como se hacían las cosas en su país, deberían marcharse. Caída entonces en el ostracismo editorial —circunstancia que se ha interpretado a menudo como efecto de esa renuncia—, Kaléko se estableció en Jerusalén y su carrera literaria no cumplió las expectativas que hasta entonces había generado.

Unos pocos años antes, en 1952, convertido ya en uno de los críticos alemanes más influyentes de su tiempo, Egon Holthusen había protagonizado una interpretación de la poesía del también judío de expresión alemana Paul Celan (1920-1970) —y en particular del poema «Fuga de muerte»— como un jugueteo surrealista y un texto que escapa «de las sangrientas cámaras de horror de la historia […] para ascender al éter de la poesía pura». Difícilmente se podía ser más retorcidamente cruel.

Y poco después de que Barral le publicara por primera vez El buque, había aparecido en 1963 en la italiana Garzanti una antología preparada por Egon Holthusen y traducida por Luciano Zagari de la prosa ensayística de otro ex miembro de la Wehrmacht, el expresionista Gottfried Benn (1886-1956), quien —injustamente o no — por entonces era todavía un escritor ampliamente desdeñado debido a su connivencia con los nazis y a obras como Arte y poder (1933).

A eso se añade que en 1966 Egon Holthusen publicó en Merkon el texto Freiwillig zur SS [Voluntariamente a las SS], a la que el escritor belga de origen austríaco Jean Améry (1912-1978) —torturado en su momento por las SS por distribuir propaganda antinazi—replicó con una indignada carta abierta en la misma revista (fue su primer reencuentro con los lectores alemanes). Ironías del destino, en 1972 también Améry sería galardonado por la Academia Bávara y recibiría por ello un certificado con la firma de Egon Holthusen.

Pese a haberse unido a las SS en 1933 (perteneció al estandarte SS Julius Schreck), militar en el Partido Nazi (número 5.025.754) y escribir durante su servicio en la Wehrmacht a favor del triunfo nazi en las páginas de la revista Eckart, en 1948 el Tribunal de desnazificación de Berlín había declarado a Hans Egon Holthusen afectado por el nazismo pero sin embargo lo exoneró. En 2012, Robert Rduch analizó los textos que había publicado el luego influyente crítico durante la guerra mundial y también se asombró.
Sin embargo, ya antes se había hecho notar que en las reediciones del ciclo de sonetos que Egon Holthusen había dedicado a la memoria de su hermano fallecido en la guerra, Klage um den Bruder, publicadas después de la guerra habían desaparecido aquellos más enardecidamente nazionalistas (en particular el sexto) que sí se habían incluido en las primeras ediciones.

No solo no fue apartado de sus cargos como profesor, sino que arrancó por esos años una exitosísima carrera como crítico literario, al que acompañaron membresías en la Academia de Artes de Alemania Occidental y la Academia Bávara de Bellas Artes y galardones como el Premio Jean-Paul (en reconocimiento al conjunto de su obra, en 1983), el Premio de Arte del Estado de Schleswig-Holstein (1984) o la Orden Maximiliano de Baviera para las Ciencias y las Artes, entre otras, y cargos como, nada menos, la dirección de Goethe House de Nueva York.

Fuentes:

José Aníbal Campos, «Paul Celan: un “surrealista” de pocas semanas», Rialta, 26 de noviembre de 2020.

Ricardo Doménech, «Brecht, de Hans Egon Holthusen», Triunfo, núm. 65 (1963), p. 64.

Dmytro Rayevskyi, «Germany renounced the Reich legacy, but Hitlerʼs favorite film director Lena Riefenstahl was given a bright image, and Nazi criminals continued to work. This is how German denazification really went» (traducción del ucraniano al inglés de Anton Semyzhenko y edición de Tetyana Lohvynenko), Babel, 27 de mayo de 2022.

Cristina Suáez Toledano, El señor de las letras. Carlos Barral, un editor contra la censura, Prensas de la Universidad de Zaragoza (Humanidades 205), 2025.

José Manuel Recillas, «Gottfried Benn, breve historia de la recepción de su obra en lenguas romances», Elementos de Metapolítica para una Civilización Europea, núm. 29 (Gottfried Benn y Stefan George, poetas contra Weimar), pp. 27-33.


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