En la fluyente y memorable novela La forma de las ruinas (2015), Juan Gabriel Vásquez incluye información interesante sobre la singular carrera literaria del escritor colombiano de expresión francesa Hernando de Bengoechea (1889-1915), a quien vuelve a mencionar de pasada en Volver la vista atrás (2021) como tema de conversación entre el erudito escritor y editor Darío Anchury Valenzuela (1906-1999) y el actor y escritor Fausto Cabrera (1924-2016). Escribe Vásquez en la primera de estas obras:
A mediados de mayo, un vago rumor se convirtió en noticia y luego en una suerte de leyenda: un colombiano había muerto combatiendo en la Legión Extranjera. Nada se habría sabido nunca, más allá de la curiosidad que el hecho despertó en los lectores de periódicos, si el muerto no hubiera sido un hijo predilecto de la burguesía capitalina. Pero lo era…
En las lides de convertir a Bengochea en personaje libresco se le había adelantado a Vásquez el escritor suizo Blaise Cendrars (1887-1961), quien en 1949 publicó en Denoël La main coupée, donde evocaba a Bengoechea como un camarada de trinchera durante la primera guerra mundial (si bien le atribuía nacionalidad peruana).
El alistamiento voluntario de Bengoechea en la Legión Extranjera francesa se explica rápidamente: Sin renunciar a la nacionalidad colombiana, donde pasó sus primeros cuatro años de vida, no podía alistarse en el ejército regular para combatir contra la «Triple Alianza» (Alemania, Imperio austrohúngaro e Italia).
El caso de Bengoechea no es solo peculiar por la lengua de expresión literaria sino también por el camino en que su obra se dio a conocer entre los lectores curiosos, más allá de la reacción inmediata en la prensa colombiana raíz de su muerte. Se atribuye sobre todo ese prestigio al libro que dedicó a su obra y persona el precoz poeta y ensayista Léon-Paul Fargue (1876-1947), de quien tampoco puede decirse que sea una celebridad pero cuenta en su haber con el mérito haber sido miembro de la Sociedad de los Apaches con el pianista catalán Ricardo Viñes (1875-1943), el músico andaluz Manuel de Falla (1876-1946) y los célebres compositores Igor Stravinsky (1882-1971) y Maurice Ravel (1875-1937), entre otros.
El libro de Fargue, Hernando de Bengoechea ou l’âme d’un poète, carga con la sospecha de haber sido escrito como un encargo, y, al margen del hagiográfico e impreciso contenido, el hecho de que se publicara en 1948 (el día siguiente de la muerte de su autor) no ayuda, en este sentido. El texto de Fargue va precedido de una introducción de la escritora Gérard d’Houville (Marie de Heredia, 1875-1963), hija del también escritor y traductor cubano de expresión francesa José Maria de Heredia (1842-1895), quien en su momento ya había escrito sobre el joven francocolombiano.
El primer libro de Bengoechea también fue póstumo, Le vol du soir (1922), que publicaron en Saint Raphaël unas apenas conocidas Éditions des Tablettes, que sin embargo habían publicado en 1920 los Poèmes humains de un absolutamente ignoto Alexis J. Grafeille, pero con un prefacio de Henri Barbusse (quien por entonces iniciaba su acercamiento al movimiento bolchevique), y en 1919 las Ebauches à la sanguine de Georges David (1878-1963).
Le vol du soir iba precedido de un retrato del autor obra del escultor Antoine Bourdelle (1861-1929), y al texto teatral que daba título al libro lo acompañaban «Le Masque de la Mort rouge» y «Soratoma». En el «Informe editorial de 1992» del Boletín Informativo Bimestral del Instituto Caro y Cuervo se recogen unas palabras de Alexandra Merveille que describen con mucha convicción por dónde van las cosas en el aspecto literario:
Le vol du soir contiene una pequeña obra de teatro para tres personajes, un drama coreográfico llamado La masque de la mort rouge, adaptado de un texto de Edgar Allan Poe, muy interesante en cuanto al manejo del espacio por los colores. Igualmente un drama musical, Soratama, que relata la tragedia de la conquista y el nacimiento de la raza mestiza (drama para el cual Guillermo Uribe compone más tarde la música).
¿De dónde surge de repente esa edición de tres piezas dramáticas de un autor fallecido seis años antes? ¿De la agudeza de un editor, del tesón de algún filólogo por introducirlo en el canon (en el que nunca pudo estar, por incomparecencia bibliográfica)? La respuesta es más prosaica. Su hermano, el también escritor Alfred de Bengoechea (1877-1954), costeó la obra completa de su hermano (que se publicaría en tres volúmenes e incluiría su epistolario. Y esta, pese a que la prensa cultural francesa era una referencia entre la intelectualidad colombiana, pasó desapercibida en su país natal porque también lo hizo en el de adopción. Aún no se había producido el crack de 1929, pero seis años en esa época habían sido muchos: tras el bombazo del dadaísmo y mientras surgía con ímpetu el surrealismo, las revistas de Gaston Gallimard (1881-1975) estaban arrebatándole el puesto a cabeceras como el Mercure de France —una de las más leídas en Colombia, junto con la Revue de l’Amerique Latine donde Bengoechea publicó «Poèmes en prose»— como principales prescriptores del arte y la literatura más avanzada y novedosa; los felices años veinte empezaban a mostrar ya sus débiles costuras (aunque Gallimard no comparía el Mercure hasta 1958). Y para entonces la obra de Bengoechea había quedado obsoleta y había periclitado el ambiente en que nació y que en buena medida la justificaba.
Con estos antecedentes, gana peso la hipótesis sobre el carácter de encargo que tuvo Léon-Paul Fargue, quien se empeña en presentar a su biografiado como un habitual de los círculos intelectuales más à la page de su tiempo, pese a su juventud, y como poco menos que un amigo personal de estrellas literarias imperecederas cercanas a Gallimard como André Gide (1869-1951), Marcel Proust (1871-1922) o Paul Valery (1871-1945). Entre la exageración, la vaguedad, la sospecha y el más simple y cómodo invento, la obra de Fargue se convierte en poco menos que una biografía novelada. Darío Achury Valenzuela ya puso de manifiesto la inequívoca inexactitud de muchas de las escenas consignadas por Fargue, pero lo grave es que se haya leído a menudo como un texto a medio camino entre las memorias y el estudio literario; y en consecuencia se haya tomado como fuente fiable. Ciertamente, «un vago rumor se convirtió en noticia y luego en una suerte de leyenda».
Del libro de Fargue se hace en 1948 una tirada numerada de cincuenta ejemplares en papel de hilo bajo el sello Amiot-Dumont, donde, después de haberse arruinado con la revista L’Homme Nouveau, Georges Roditi (1906-1999) ejercía de editor antes de entrar como director literario en Plon. Creada en diciembre de 1946 con el historiador Jean Dumont (1923-2001) al frente —y con el nombre Le Livre Contemporain durante el primer año—, Amiot-Dumont se especializó en libros de divulgación cultural y de viajes. Ese mismo año 1948 le publica por ejemplo al compositor de origen polaco Alexandre Tansman su biografía sobre Stravinsky en la colección Jeunesse de la Musique, y a Marcel Proust parte de su (1897-1986) correspondencia inédita de entre 1903 y 1922 bajo el título A un ami, precedida de un prefacio del crítico literario Georges de Lauris (1876-1963).
No es de suponer que esta edición hiciera tampoco mucho por el conocimiento de Bengoechea y su obra ni en Colombia ni en Francia, pero asentó las medias verdades que luego se irían repitiendo.
Aun así, el estudio más amplio y la obra más voluminosa acerca de Bengoechea se publicaría en Colombia quince años después (en 1973), e incluso el título es prolijo: Cita en la trinchera con la muerte: vida y muerte del poeta-legionario colombiano Hernando de Bengoechea muerto en acción de guerra por la causa de Francia (1889-1915), publicado por el Instituto Colombiano de Cultura como séptimo número de la Colección de Autores Nacionales de la Biblioteca Colombiana de Cultura. Tras el esfuerzo titánico de su autor (el mencionado Darío Achury) por subrayar la importancia de la poesía en francés de Bengoechea que domina este libro es difícil no percibir una reivindicación teñida en exceso de nacionalismo, porque en caso de tener alguna importancia la obra de Bengoechea—que las traducciones al español que incluye el libro no permiten adivinar— lo tendría en las letras francesas, pero difícilmente en la literatura de un país en el que apenas se le leyó y en el que apenas llegó a residir seis años de su vida. Con razón se preguntaba Ramón Illa Bacca en el suplemento literario del Diario del Caribe del 23 de mayo de 1976 qué aportación suponía para las letras colombianas semejante y costoso esfuerzo por sacar a la luz la obra de Bengoechea.
Y en 1994, la Fundación Simón y Lola Guberek aún publicaría un tomo con la traducción de José Francisco Socarrás de los poemas de Hernando y Alfred Bengoechea… Por su parte, Forgotten Books hizo una edición electrónica de la edición original de Les crepuscles du matin.
Fuentes:
Darío Achury Valenzuela, Cita en la trinchera con la muerte. Vida y muerte del poeta-legionario colombiano Hernando de Bengoechea muerto en acción de guerra por la causa de Francia (1889- 1915), Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1973.
Hernando de Bengoechea, «De la danza y sus prestigios», traducción y nota biográfica de Darío Achury Valenzuela, Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. 11, núm. 03 (1968), pp. 34-46.
Ramón Illán Bacca, «¿Un samario amigo de Proust?», en Crónicas casi históricas, Barranquilla, Ediciones Universidad del Norte, 20072, pp. 37-42.
Ernesto Mächler Tobar, «Soratâma. Los indígenas en el teatro de Hernando de Bengoechea», en Hal.
Ernesto Mächler Tobar, «Tres voluntarios en las trincheras: Hernando de Bengoechea. John Dos Passos y Ernst Jünger», en Elisabeth Delrue, coord., Percepción de la Primera Guerra Mundial en España y América Latina, París, Editions Orbis Tertius, 2020, pp. 13-38.
Oscar Alberto Torres Duque y Juan Felipe Robledo Cadavid, «La cuestión Silva una revisitación de cara a la revisión del canon de la poesía colombiana del siglo XX al siglo XXI», Co-herencia, vol. 20, núm 37 (julio-diciembre de 2022), pp. 77-95.
Juan Gabriel Vásquez, La forma de las ruinas, Madrid, Alfaguara, 2015.
Fernán Vejarano Alvarado, «Combatientes colombianos en la Gran Guerra», en Revista Credencial, núm. 305.