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Una reivindicación del papel de Juan Ramón Masoliver

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NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 15 de mayo de 2023. 

En las últimas décadas, acaso porque era un terreno apenas explorado por los doctorandos, han ido creciendo los estudios sobre los protagonistas de la vida cultural catalana de la inmediata posguerra, y a menudo se han emprendido con un espíritu revisionista y reivindicativo que puede llegar a ser distorsionador. Un hecho tan conocido y evocado a menudo como la intención de algunos franquistas cercanos a Dionisio Ridruejo de repartir entre la población hojas volanderas de propaganda en catalán en cuanto las tropas franquistas entraran en Barcelona ha llegado a interpretarse incluso como una muestra de ecuanimidad o de sentido común, que fue desballestada por instancias militares, cuando parece evidente que fue un fracaso estrepitoso producto de una ingenuidad rayana en la estupidez y quizás atribuible a la juventud e inexperiencia de los que la protagonizaron. Abundan las memorias de carlistas catalanes encuadrados en las filas franquistas (en particular en el Tercio de Montserrat) que reflejan, en el menor de los casos, la burla y el escarnio de que fueron objeto cuando durante la guerra les oían hablar entre ellos su lengua; por consiguiente, se hace difícil creer que alguien pudiera ser tan cándido como para suponer que un proyecto propagandístico de estas características tuviera alguna posibilidad de poder ser llevado a cabo (por no mencionar su posible efectividad). Pretender que estos vencedores de la guerra civil, por muy catalanes que fueran, no pudieron llevar a buen término sus espléndidos pero malogrados proyectos culturales debido a la inesperada o imprevisible resistencia conservadora y ultracatólica franquista resulta osado. Y tampoco es descartable que en la reiterada evocación de este episodio de los momentos finales de la guerra en Cataluña interviniera el afán por parte de los participantes en la misma de quitarse de encima un sambenito que, a medida que avanzaba la posguerra, acaso les resultara incómodo.

La Facultat de Filologia i Comunicació de la Universitat de Barcelona parece haberse convertido en una cantera de este tipo de estudios interpretativos, y el libro de Míriam Gázquez, surgido de la tesis con la cual se doctoró en 2008 en esta universidad (La contiuidad cosmopolita. J. R. Masoliver y la cultura de postguerra en Barcelona), es un ejemplo de ello, discutible en cuanto a la interpretación pero muy valioso como historia como cultural.

La trayectoria de Juan Ramon Masoliver merecía un análisis en profundidad porque su importancia es indiscutible, tanto en su vertiente de fundador de la revista vanguardista vilafranquina Hèlix (1929-1930), como por su labor como traductor y crítico literario en la posguerra y por su papel en Entregas de poesía (1944-1947) y más tarde en la creación y dirección de la revista barcelonesa Camp de l’Arpa (1972-1977), con José Batlló como editor, pero tal vez centrarse en la vertiente de editor de Masoliver sea una pretensión ambiciosa en exceso si no es con una concepción de lo que es editar muy amplia y flexible, que puede desembocar en una tergiversación del valor cultural de algunos autoproclamados editores. De hecho, el propio estudio de Míriam Gázquez parece poner de manifiesto que la mayor aportación intelectual de Masoliver fue, tomando como modelo a Ezra Pound ‒la comparación con el cual no procede‒, la creación de un canon de la literatura universal y su pretensión (de efectividad muy dudosa) de imponerlo mediante una serie de iniciativas que acaso podamos definir como de fomento de la lectura (tertulias, publicaciones periódicas, actividad social), así como con la creación de una red de relaciones que la autora se empeña en describir como «corte», en referencia a La corte literaria de José Antonio de Mónica y Pablo Carbajosa.

En este mismo sentido y en referencia a la prestigiosa colección Poesia en la Mano, escribe Míriam Gázquez que «fue el único y breve intento de Masoliver de culminar su utopía de erigirse en el Pound español y de establecer una corte rapallense en Barcelona, buscando rentabilizar culturalmente su reciente victoria en la contienda» (p. 126). Con todo, la polémica sobre la auténtica paternidad de esta iniciativa tampoco queda por completo cerrada, y menos aún cuando se aduce como prueba una «carta de pago […] a cuenta de su labor como asesor literario de Poesía en la Mano»» firmada en noviembre de 1939 entre un vencedor de la guerra y Josep Janés, un editor derrotado que no paraba de entrar y salir de prisión (p. 219-220). Probablemente sea exagerada la afirmación de  Félix Ros (Abc, 9 de junio de 1959) según la cual Poesía en la Mano fue una iniciativa llevada a cabo por cuatro socios (Masoliver, Josep Janés, Pujol Mas y el propio Ros), pero incluso el mismo Masoliver declaró en 1983 al profesor Fernando Valls quefueron Janés y Ros quienes le pidieron cobertura para poder dar continuidad de alguna manera a la colección de Janés Oreig de la Rosa dels Vents y de ahí nació el proyecto, y diversos estudios han puesto de manifiesto este aspecto, hasta el punto de que el gran analista de la historia de la edición en Cataluña Manuel Llanas (a quien Míriam Gázquez no menciona) describe la colección como una imitación flagrante de la iniciativa janesiana, que por si fuera poco ni siquiera es aludida y que afecta tanto a la presentación de los volúmenes como al concepto y contenido de los mismos. Ciertamente, la comparación entre el proyecto de Oreig y Poesia en la Mano, tanto en lo que se refiere al aspecto conceptual y gráfico como a la selección de títulos es muy elocuente, y para quienes conocen ambas colecciones resulta un poco irritante la insistencia contra viento y marea en subrayar supuestas diferencias que dan una imagen de Janés y los editores de preguerra como unos intelectuales conservadores y apocados y de Masoliver, en cambio, como un modernizador y divulgador de la alta cultura que se enfrentaba contra imponderables. En este mismo sentido, es también una paradoja que la admiración de Janés hacia Eugeni d’Ors sea interpretada como una rémora y un anclaje en un novecentismo periclitado e inopreante, mientras que la de Masoliver por el mismo personaje se presente como  un rasgo de elitismo y de impulso modernizador aprovechando lo mejor que la literatura española del pasado reciente podía ofrecerle («donde Janés lee de una manera tradicional sin renunciar en ningún momento a la excelencia, Masoliver incorpora un bagaje personal […] que le permite realizar una lectura de los clásicos en clave moderna», pp. 222-223). Pero no puede interpretarse sino como una artimaña ocultar en una nota (la 458) en la página 415 la sucinta relación de las numerosas similitudes entre una colección y la otra, después de haber escrito que «la crítica ha querido ver una continuidad entre Oreig de la Rosa dels Vents y Poesía en la Mano basada en una serie de coincidencias: el formato antológico, la selección de autores extranjeros y nacionales, el rigor de las traducciones, la presentación bilingüe con el original enfrentado a la versión castellana y el diseño de la cubierta. No obstante, se trata de coincidencias meramente epidérmicas» (p. 222, la cursiva es mía).

Pese a esta interpretación del personaje como editor ‒y no queda del todo claro en qué sentido se lo puede considerar como tal‒ y del rechazo que pueda generar el carácter fascistoide, elitista, esnob y diletante de Masoliver, el hecho de sacar a la luz una enorme cantidad de datos procedentes de su riquísimo fondo personal y que entre otras cosas dan noticia de diversos volúmenes de Poesía en la Mano (en diversas fases de edición) que no llegaron a buen puerto, justifican más que sobradamente la lectura atenta pero cautelosa de este libro, que acaso caiga en un exceso de entusiasmo por el biografiado que se traduce en un desmesurado tono apologético (lo cual pudiera hacer malpensar que se pretende imponer al lector una hipótesis predeterminada, tanto si el curso de la investigación la demuestra como si no). En cualquier caso, sin embargo, es innegable que Míriam Gázquez hace con este libro una aportación muy cuantiosa y valiosa para poder llegar a completar algún día el mosaico de la cultura barcelonesa del período comprendido entre 1939 y 1975.

La interpretación del personaje, pues, es como mínimo bastante discutible, pero el valor del riquísimo caudal de información que aporta Míriam Gázquez en este libro es una extraordinaria contribución para el mejor conocimiento del campo literario de la Barcelona de la posguerra.

Míriam Gázquez, Juan Ramón Masoliver: edición y cultura en la Barcelona de posguerra, prólogo de Jordi Gracia, Madrid, Fórcola, 2023.


Fuente adicional:

Manuel Llanas, «Dues col·leccions de poesia a banda i banda de l´abisme de 1939», en Miquel Maria Gubert, Amparo Hurtado i José Francisco Ruiz Casanova, eds., Literatura comparada catalana i espanyola al segle xx: gèneres, lectures i traduccions (1898-1951), Lleida, Punctum & Trilcat, 2007.


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