En la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos se conserva ‒salvo error‒ el único ejemplar conocido de la primera edición de la novela Adriana y Margarita, probablemente la obra con la que en 1897 arranca la historia de edición de novelas hondureñas. Su autora, Lucila Gamero Moncada (1873-1964) era entonces una veinteañera, pero llegaría a convertirse en una de las principales pioneras del feminismo latinoamericano de su época.
Aun así, ya hacía tiempo que se había estrenado como novelista, pues de 1891 es Amelia Montiel, que publicó en la cabecera que dio acogida al grueso de escritores románticos y modernistas hondureños, La Juventud Hondureña. Revista Científico-Literaria quincenal (1891-1897), donde el texto de Gamero apareció seriado entre el número 17 (31 de marzo de 1892) y el 20 (20 de junio del mismo año).
Adriana y Margarita, en cambio, pudo publicarse gracias a la financiación del padre de la autora (el doctor Manuel Gamero Idiáquez), y apareció en 1897 en la Imprenta Nacional, que no hacía mucho tiempo había experimentado cambios notables. En 1889, el gobierno había encargado al rector de la Universidad Central de Honduras, Antonio Ramírez Fontecha, la modernización de la empresa, y éste había viajado a España para contratar al litógrafo Italo Ghizzoni, que se estableció en Honduras acompañado del español Manuel Fatuarte González para dar un impulso a la imprenta estatal. Reconvertida en Litografía Nacional, su renacimiento fue acompañado, según un acuerdo fechado el 30 de enero de 1891, de la creación de la Escuela de Artes y Oficios (en la que fueron docentes tanto Ghizzoni como Fatuarte).
Además de Adriana y Margarita, también en 1897 y en la misma imprenta había publicado unos meses antes Gamero Páginas del corazón, que previamente había ido apareciendo por entregas en la Revista del Archivo y Bibliotecas Nacionales. Asimismo, no son pocos los cuentos de Gamero que van diseminándose en la prensa periódica de esos años, y que en algún caso reuniría luego en forma de libro. Fue ese un año muy ajetreado para Lucila Gamero, pues es también en el que se casa con Gilberto Lorenzo Medina, un acaudalado terrateniente once años mayor que ella.
Se produce entonces un hiato en la publicación de libros de Gamero que no se cierra hasta 1908, cuando publica una novela escrita en 1903, Blanca Olmedo: una obra de corte romántico que se ha comparado con la de Jorge Isaacs (1837-1895) María (1867), lo que quizá dé idea del carácter epigonal de la novelística gameriana, pero cuyos diálogos y ritmo de la prosa han sido comparados también con Galdós y cuya carga crítica con las estructuras patriarcales la han convertido en el siglo XXI en una novela muy revisitada. Considerada su obra cumbre, es también su novela más conocida y reeditada, aunque esa primera edición está rodeada de cierto misterio. Existe una edición ‒probablemente no venal‒ de 258 páginas sin fecha, con pie de la librería Excélsior (que regentaba su primo Roberto Gamero), que se presenta como una segunda edición salida de la barcelonesa Imprenta Clarasó, y así se consigna en los volúmenes 10-11 de la Revista del Archivo y Bibliotecas Nacionales en 1931. Por si fuera poco, parece haber sido el único libro publicado con pie de esa librería, que tal vez la reimprimió en años posteriores. Cabría la posibilidad que ese pie editorial respondiera a un subterfugio para evitar posibles problemas si la agria crítica social y religiosa contenida en la novela suscitaba reacciones violentas; pero a principios del siglo XIX la Imprenta Clarasó aún no existía, así es que lo más probable es que esa segunda edición ‒que debía de ser muy corta‒ sea probablemente de 1930 o a lo sumo 1931. Juan Ramón Martínez, por su parte, menciona como responsable de la primera edición de Blanca Olmedo, que no he sabido localizar, los talleres de la Editora Nacional (¿Tipografía Nacional?).
En cualquier caso, de nuevo se produce un parón en cuanto a la publicación de libros, pues hasta 1941 no aparece un volumen que recoge seis cuentos, Betina, en los mismos Talleres Tipográficos Nacionales, en Tegucigalpa (y que en 1974 publicaría en México la editorial Diana). Aida, novela regional, aparece siete años después (en 1948) con pie de Danli, Impresión, que no parece una empresa que se dedicara con ninguna regularidad a los libros.
Es en 1954 cuando se inicia en México una presencia más constante de la obra de Gamero, y concretamente en una editorial dedicada sobre todo a la literatura popular y de género, Constancia. Si bien en 1953 la editorial Constancia había publicado una reedición del clásico en su materia Diseño de semántica general (publicado en 1917 como El Alma de las palabras), de Félix Restrepo (1887-1965), y en 1952 le había publicado a Antoniorrobles (Antonio Joaquín Robles Soler, 1895-1983) Albéniz, genio de Iberia, con ilustraciones de Vicente Valtierra Lugo, el grueso del catálogo de Constancia lo conformaban novelas del Oeste (la serie de Hopalong Cassidy, de Tex Burns, por ejemplo), de ciencia ficción (Asimov, Kornbluth, Sax Rohmer), sentimentales (El rebozo de Soledad, de Xavier López Ferrer, o Hospital general, del fascista español Manuel Pombo Angulo ) e incluso libros de cocina y de autoayuda (como Véase joven y viva más o Sea más feliz y más saludable, de Gayelord Hauser). Del mismo 1954 es, en contraste, 13 ½ cuentos, del exiliado catalán Josep M. Francès (1891-1966), donde se recogen relatos hasta entonces dispersos en prensa catalana, francesa, argentina y mexicana con otros inéditos, y precedidos de un prólogo del poeta cordobés Juan Rejano (1903-1976).
Constancia publica a Gamero en 1954 un volumen con la novela La secretaria y dos relatos vinculados a ella («Odio» y «Cocaína») y otro con la novela Amor exótico acompañada de cuatro «cuentos regionales» («La modelo», «Sor Susana», «La prueba» y «Drama en el campo»). Al año siguiente es la Editorial Diana de José Luis Ramírez Cuerda y José Luis Ramírez-Cota la que retoma el hilo de la publicación en México de la obra de Gamero con El dolor de amar, novela regional y psicológica, si bien hasta 1974 no volverá a publicarla (una reedición de Betina).
A la muerte de la autora siguió un nuevo y prolongado silencio hasta que en los años noventa se inició un intenso proceso de recuperación y relectura de las obras de Lucila Gamero que ya no se ha detenido y que en Europa se ha reflejado en el siglo XXI, por ejemplo, en su inclusión en la Antología de escritoras latinoamericanas del siglo XIX preparada por Susanna Regazzoni para Cátedra en 2012 o en el ensayo de Silvana Serafin Una nueva autonomía de pensamiento y estética en la novela «Blanca Olmedo» (publicado en Salerno por las Edizioni Arcoiris), al margen de la notable cantidad de reediciones y estudios que ha suscitado su obra en Honduras y, en menor medida, en México.

Fuentes:
Jorge Alberto Amaya Banegas, Libros, lectores, bibliotecas, librerías, clase letrada y la nación imaginada en Honduras, 1876-1930, Tegucigalpa, Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, 2009.
Emma E. Matute del Cid, «Blanca Olmedo: cien años, muchas lecturas», prólogo a Lucila Gamero de Medina, Blanca Olmedo, Tegucigalpa, Editorial Guaymuras, 2008 (edición del centenario), pp. 7-17.
Consuelo Meza Márquez, «Lucila Gamero Moncada, primera novelista centroamericana e iniciadora de una tradición disruptiva en la escritura de mujeres», prólogo a Lucila Gamero, Odio, México, Universidad Nacional Autónoma de México (colección Novelas en la Frontera), 2020, pp. 7-26.
Silvana Serafín, «Escritoras y sociedad. El caso de Lucila Gamero de Medina», Centroamericana, núm. 21 (2011), pp. 69-94.