En 1980 se estrenaba una colección de nombre muy elocuente, España Peregrina ‒en referencia a la mítica cabecera de José Bergamín (1895-1982) en México‒, con un libro que constituía toda una declaración de intenciones: Voces de mi copla, de Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Este título había aparecido originalmente en 1945 como segunda entrega de la colección Nueva Floresta, fundada en México por Francisco Giner de los Ríos Morales (1917-1995) y Joaquín Díez Canedo (1917-1999) en el seno de la editorial Stylo del filósofo y poeta Antonio Caso (1883-1946). En esta edición de 1980, más bien modesta pero con una acertada ilustración de cubierta de Mariví Nebreda (autora también del logo de la colección), se le añadió un prólogo de Giner de los Ríos Morales.
Ese mismo año aparecía un segundo número de España Peregrina, el libro de sonetos del exiliado republicano José María Quiroga Pla (1902-1955) Morir al día. Este libro se había publicado originalmente en 1946 como primer número de la colección Cervantes de la parisina editorial Ragasol, que el abogado Eduard Ragasol i Sarrà (1901-1962) había creado con el propósito de publicar libros en catalán, antes de su partida con destino a México.
Los 149 poemas que componen el libro, escritos entre 1938 y 1945, se acompañan de un prólogo de José María Semprún Gurrea (1893-1966) y de un retrato del autor en el frontis obra de Joan Rebull (1899-1981). De la edición de 1946 se había hecho una tirada de un centenar de ejemplares sobre papel de hilo Auvernia fabricado a mano. Según explica Pascual Gálvez, en los últimos años de la década de 1970 el de José María Quiroga Pla era un nombre que se estaba barajando con interés en diversas iniciativas editoriales:
A finales del año 1979, Francisco Ynduráin, amigo personal de Quiroga Pla, iba a publicar en la editorial Ayuso una amplia selección de su poesía: poemas aparecidos en Revista de Occidente, Morir al día, La realidad reflejada, Baladas para acordeón y una antología de versos aparecidos en otras revistas (Hora de España, El Mono Azul…). En el contrato se anunciaba también la posibilidad de publicar sus novelas cortas bajo el cuidado de Miguel Ángel González Muñiz. Nunca llegó a ser realidad. A principios de los ochenta fue Gonzalo Santonja quien pensó publicar las «Obras completas» de Quiroga Pla. De todos esos proyectos, sólo la edición de Morir al día en la colección «La España Peregrina» dirigida por Aurora de Albornoz para Molinos de Agua de Madrid, en 1980, llegó a los lectores españoles.

En la edición de 1980 se añade al prólogo de Semprún Gurrea otro de Miguel Ángel González Muñiz (1925-2008). El destino final de esta edición la contó con cierta amargura también Pascual Gálvez: «triste por sus problemas de distribución: la mayoría de ejemplares hubiesen muerto en la librería Zabaleta de Logroño, si Miguel Quiroga no los hubiese comprado ¡a peso!».
El tercer título de España Peregrina también aparece en 1980, El pulso ardiendo, escrito entre Málaga y Madrid a lo largo de 1935 y los primeros meses 1936 por un entonces joven Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011) y cuya historia editorial es quizá la más interesante de esta colección, porque cuando al término de la guerra el entonces joven soldado republicano cruzó la frontera con Francia dio ese original por definitivamente perdido.
Sánchez Vázquez había hecho sus pinitos como escritor en los años previos a la guerra y publicó por ejemplo un romance en la revista Octubre bajo el seudónimo Darin («Romance de la ley de fugas», en el tercer número, de agosto-septiembre de 1933). Pero además, con el pintor Enrique Sanin (Emilio Rebolledo), había fundado y dirigido una revista literaria, Sur (dos números, en 1935 y 1936), que le permitió estrechar lazos con Rafael Alberti (1902-1999), Manuel Altolaguirre (1905-1959), Ángel Augier (1910-2010), José Luis Cano (1911-1999) ‒con quien también codirigió una revista efímera, Línea (1935)‒, Pablo Antonio Cuadra (1912-2002), María Teresa León (1903-1988), Emilio Prados (1899-1962) y Miguel Prieto (1907-1956), entre muchos otros, además de publicar otro poema («Número», en la primera entrega).
Poco antes del levantamiento fascista de 1936, Sánchez Vázquez había reunido un conjunto de diecinueve poemas que tituló El pulso ardiendo en el que predominaba el soneto, el verso libre y una influencia evidente de las vanguardias que se pone de manifiesto por ejemplo en una imaginería próxima al surrealismo; Manuel Altolaguirre tenía intención de publicarlo en el verano de ese año, en palabras del propio autor, «en aquellas ediciones que él hacía de poesía, con aquella enorme belleza tipográfica».
El inicio de la guerra truncó ese proyecto, y los siguientes textos de Sánchez Vázquez quedaron más o menos enterrados en páginas de cabeceras como El Mono Azul, Hora de España, Octubre (donde aparecieron los poemas «Proclama» y «Romance de la muerte del camarada Metralla») y Acero («Al héroe caído» en julio de 1938) o bien fueron recogidos en el Romancero general de la guerra de España que prepararon Emilio Prados y Antonio Rodríguez Moñino (1910-1970) y publicó 1937 la Alianza de Intelectuales Antifascistas con financiación de Ediciones Españolas. Cuando al término de la guerra el autor tuvo que abandonar el país, lo hizo con el convencimiento de que El pulso ardiendo se había perdido sin remisión.
Estando Sánchez Vázquez ya en México, Manuel Altolaguirre, que residía en La Habana y hasta marzo de 1943 no se establecería en México, le hizo saber que durante todo ese tiempo había conservado los originales de El pulso ardiendo, y se los hizo llegar. Sánchez Vázquez publicó en México fragmentos de la «Elegía a una tarde de julio» en la revista España Peregrina (en el sexto número, de julio de 1940); por otra parte, en esos mismos meses da a conocer alguna de esas piezas poéticas de preguerra, como es el caso de los tres sonetos («Oh, tronco adolescente sin sabores», «Tu soledad empieza a estremecerme» y «Oh, corazón rodando sin esquinas») que Octavio Paz incluyó en el número 12 de la revista Taller (enero-febrero de 1941), lo cual permite acotar el momento en que los textos de El pulso ardiendo llegaron a manos de Sánchez Vázquez, pero que en ningún caso pudo ser ‒como se ha escrito en alguna ocasión‒ cuando Altolaguirre llegó para establecerse en México. En cualquier caso, esa publicación parcial en una revista, que por esos años acogía generosamente los textos de los exiliados republicanos, quedaba lejos de lo proyectado originalmente.
Ese mismo año 1941 Sánchez Vázquez se trasladó a Morelia para impartir clases en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo de la Universidad Michoacana y en la Escuela Normal de Morelia. Fue en esta ciudad, y gracias al apoyo del poeta y codirector de la revista Voces Ramón Martínez Ocaranza (1915-1982) y del tío de éste, Alfredo Gálvez Bravo (que en los años cincuenta sería rector de la universidad), que el autor logró finalmente publicar El pulso ardiendo, con pie editorial de Voces y fechado en 1942.
La edición en 1980 en la colección España Peregrina fue la primera desde 1942, pero nueve años después se publicó íntegra en el número de octubre-noviembre de 1989 de la revista de Morelia El Centavo, en noviembre de 2002 lo publicó la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo con un texto de presentación de Alfonso Espitia Huerta y en 2004 el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga lo publicó con prólogo de María Dolores Gutiérrez Nava y epílogo de Aurora de Albornoz (1926-1990), lo cual pone de manifiesto el interés que tenían esos poemas de quien entonces ya era un reputadísimo filósofo.
La colección España Peregrina se cerró dos años después con un cuarto número, Rojo farol amante, de Rafael Dieste (1881-1954), cuya primera edición era previa a la guerra civil (1933), pero la segunda y definitiva se había publicado en la argentina colección Dorna de Emecé con una viñeta de Luis Seoane (1910-1979) y un retrato del autor obra de Manuel Colmeiro.
Tras ese libro se dio carpetazo a la serie, que dirigía Aurora de Albornoz en el seno de la madrileña editorial Molinos de Agua. Sin embargo, hay algún título de esta editorial que bien pudiera haberse añadido a España Peregrina (y quizás así estuviera previsto) y sin embargo apareció en otras colecciones de la misma. Es el caso, por ejemplo, de De mar a mar (1982), de María Enciso (María Dolores Pérez Enciso, 1908-1949), que fue el octavo número de la colección de poesía Eros y Tánatos y lo acompañó un prólogo de Manuel Andújar (1913-1994). La primera edición, con prólogo de Concha Méndez (1898-1986), la había publicado en 1946 en México Manuel Altolaguirre en La Isla.
En cualquier caso, la presencia de los libros de Molinos de Agua en general y de España Peregrina en particular en librerías fue muy escasa y mala desde el principio, así que si la intención era poner a disposición de los lectores a poetas cuya lectura les había sido negada debido el triunfo del fascismo en España y reintegrarlos a su tradición, quizá debido a la misma precariedad financiera del proyecto, ese intento tuvo un resultado muy modesto.
Fuentes:
Manuel Aznar Soler, «Adolfo Sánchez Vázquez, poeta y crítico literario», en Adolfo Sánchez Vázquez, Recuerdos y reflexiones del exilio, Barcelona, GEXEL, 1997, pp. 5-28.
Ángela Caballero Cortés, «Adolfo Sánchez Vázquez: sus primeros años de formación en Málaga y su exilio en México», Isla de Arriarán, núm. 37 (2011), pp. 217-233.
Pascual Gálvez, «La poesía en el destierro de José María Quiroga Pla: los matices amargos de la esperanza», en Alicia Alted Vigil y Manuel Aznar Soler, eds., Literatura y cultura del exilio español de 1939 en Francia, Sant Cugat del Vallès, GEXEL, 1998, pp. 95-118.
María Dolores Gutiérrez Navas, «Prólogo» a Adolfo Sánchez Vázquez, Poesía, México, Centro Cultural de la Generación del 27-Fondo de Cultura Económica, 2015, pp. 8-24.
Adolfo Sánchez Vázquez, «Mi trato con la poesía en el exilio», en Rose Corral, Arturo Souto y James Valender, coords., Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México, México, El Colegio de México, 1995, pp. 407-414.
Adolfo Sánchez Vázquez, «Palabras en la presentación de edición facsimilar de la revista Sur», en Incursiones literarias, edición de Manuel Aznar Soler, Sevilla, Renacimiento, 2008, pp.467-472.
Adolfo Sánchez Vázquez, «Primera conferencia. Poesía», en Una trayectoria intelectual comprometida, México, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2012, pp. 13-40. Versión en vídeo, aquí.